Poco antes de que los
domingos fueran amargos tan solo eran los días del miedo, ¿lo
recuerdas? Papá volvía a casa, escopeta al hombro, envuelto en
alcohol, perfume barato, sudor y humo; mamá, antes de escondernos,
nos contaba un cuento sobre la cacería, el mareo por la cerveza sin
apenas comer, el mal humor por la jaqueca, y su querencia por la
colonia de mujer...
Pero tú nunca pudiste
callar y le pedías a mamá que hiciera algo, que cambiara aquello.
Ella nunca te negó nada; por eso, aquel domingo, como una maga,
trocó la escopeta en varita mágica, cambiando para siempre el miedo
por orfandad y tristeza.