lunes, 5 de abril de 2010

HAY ALGO QUE HUELE A PODRIDO.

(De un antiguo diario. Año 2005)

Quien trabaja con medio ambiente no debería asustarse de un mal olor, es habitual estar cerca de la descomposición de la materia, de la anoxia del agua, de los humos pestilentes de las cloacas.

Quien trabaja como funcionario no debería sorprenderse de la lentitud de la maquinaria administrativa, girando como una polea excéntrica, ora rápido, ora inmóvil, casi eterna.

Pero cuando se combinan ambas en lo que alguien conocido como Pdte. definió como "las cloacas del Estado" no puedo menos que sentirme como el personaje del cuadro de Munch, plano, retorcido en una mueca infinita, inútil para expresar mi rabia y mi dolor, impotente.

¿A qué viene esto? ¿por qué empezar así una mañana?

Esta mañana escuchaba a Ibarra proclamar la inocencia de Vera. Sorprendido por esto, lo comenté con mi compañera de coche, a la sazón izquierdista confesa, funcionaria con un puesto relevante, esperando un refuerzo a mi indignación. Lo que no esperaba es quedarme con ganas de llorar, sentir que la conciencia del mal no es universal.

Mi compañera justificó el terrorismo de Estado. Según ella: " la verdadera democracia no comenzó hasta el 82 y ETA intentaba desmoronarla, tú no puedes recordar aquello porque tenías pocos años, pero lo que hicieron los GAL fue evitar muchas muertes, a cambio de muy pocas. La manera de hacerlo fue la que utilizan todos los Estados, hasta los más democráticos. Lo que habría que hacer es indultar a Vera y zanjar la cuestión. Hay momentos en los que hay que poner en la balanza los pros y los contras, y aquel fue uno de ellos, había que salvar a la democracia y lo hicieron. Gracias a esto en España, comenzó la democracia en los 90."

Para mí sería fácil atacar personalmente a mi compañera siguiendo la trayectoria de sus contradicciones políticas, pero esto no me vale porque sus argumentos ni siquiera son suyos. Lo único que puedo pensar es, tomando prestada una definición de mi amigo Antonio Morilla, izquierdosa.

Pero me asustan varias cosas, entre ellas que no veo diferencia entre estos argumentos y los que han esgrimido golpistas de todas las épocas, esa labor de salvadores de patrias que tuvieron Franco, Tejero, Videla, Pinochet, Sttroessner.

Por otro lado, usando un principio de duda sistemática, debemos dudar de todo, hasta de llevar la razón. Podemos pensar que los militantes de ETA la pueden tener, que sus aspiraciones son legítimas; entonces, lo único que legitima nuestra postura es que no usamos el terror, la violencia, la muerte como arma; que intentamos vivir sin imposiciones, sin el miedo, sin la coacción. En el momento en que usemos las mismas armas somos iguales, asesinos, porque ni las ideas ni los fines importan.

Lo único que me ayuda a soportar la burocracia es que pienso que es garantía para el ciudadano, de que este procedimiento administrativo es necesario para asegurar el escrupuloso cumplimiento de todos los derechos de los ciudadanos. Si quienes han de mover sus hilos, buscan la formalidad en los procesos más rutinarios y la olvidan en los asuntos en los que hay que ser exquisito en el procedimiento, a lo que da lugar es a pensar que la burocracia no es sino una suerte de sadismo, un procedimiento para poner trabas, unos misteriosos arcanos que los funcionarios mueven en una particular liturgia.

Olvidar. ¿Olvidan las familias de los enterrados en cal?

Recuerdo siempre un viaje con mis compañeros de carrera, de Madrid a Asturias, decidieron parar en el Valle de los Caídos con la excusa de ver una construcción de hormigón armado. Yo me negué a parar y un compañero me dijo: "Hombre, olvida esto que pasó hace muchos años y es solo política.". Mi abuelo perdió su juventud y sus sueños picando piedra en aquel valle, sus padres malvivieron muertos de hambre hasta que de verdad el hambre los mató, no volvió a ver a sus hermanos....

Olvidar. Esa es la clave. Callar y olvidar. Como los borregos.