lunes, 12 de julio de 2010

TULIPANES

En 1974 unas enormes flores se abrieron para que escaparan de dentro unos alegres figurantes. En realidad, no eran flores sino balones gigantescos, y ese fue mi primer contacto con el fútbol. También es cierto que aquellas flores debieron ser tulipanes pero fueron arrolladas por el acorazado alemán.
Unos años más tarde, en una sudorosa tarde, la pasión de unos hombres enfundados en una camiseta de rayas en blanco y negro, que ahora recuerdo verdibanca, me inyectó el veneno del fútbol y la pasión por un equipo legendario, a fuerza de ser el mejor y el peor, y nunca conseguir nada sin un susto añadido.
Desde entonces décadas de sueños frustrados con una selección llena de furia y fútbol y vacía de competitividad. Este sueño solo se ha alimentado del juego de tiralíneas, fuerza y picardía de ases de otros mundos futbolísticos, la extremada delgadez de aquel extremo argentino llamado Ardiles, la pasión de Rossi, del lateral Brown y el mago Maradona bailando al dictado del filosófico Valdano, el juego pausado y mágico de Francescoli, los tiros de tacón de Sócrates,... sueños de otras galaxias.
Hoy ha habido justicia poética, no solo porque ha vencido al fin la selección española en la mayor cita de este loco deporte, sino porque detrás de ellos queda una larga historia de lucha contra los otros aspectos del fútbol que no habíamos aprendido desde la Italia del 34 y este calvario de penalidades, esta travesía por el páramo del olvido, esta penitencia, en un solo segundo, la ha redimido el golpeo del balón contra la malla de nylon en un lugar iluminado por la Estrella del Sur.
Es seguro que habrá justicia poética también para la naranja mecánica, pero será cuando estos holandeses dejen de ser segadores y vuelvan a su origen de sembradores de sueños.

No hay comentarios: