jueves, 23 de septiembre de 2010

LA PARTIDA.

La Muerte lo cambia todo.

 

Si pudiera cambiar una palabra.

 

Mala Muerte.

Mala Suerte.

Buena Suerte.

Buena Vida.

 

 

La Dama gana la partida.

Y deshace reglas,

con solo trocar una letra.

 

Mala Suerte.

Mala Muerte.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

VEINTITRÉS AÑOS DESPUÉS.

Fue en una tarde de agosto y nos esperó la Guardia Civil. Habíamos surcado un camino desde Barbate a Zahara, de Zahara al cabo de Trafalgar, y de allí a Arcos de la Frontera. Fernando, el mayor, conducía, y yo, el que conocía los senderos, guiaba.

Entre todos juntábamos doscientas pesetas a repartir entre la gasolina y un polo de limón que se convirtió en comunitario. Unos niños maltrataban a balonazos la fachada de una iglesia barroca; nos parecía divertido, pintoresco. Y nosotros, con unas luces mediocres, las del coche y las nuestras, volvimos cantando canciones de Mecano.

Mario, Fede, Ana, Fernando y yo. Fue en el verano de Dostoievski y Sade y nos esperaba la Guardia Civil a la entrada de Barbate. Nos fuimos en el silencio de la siesta dando todos por sentado que otro se lo diría a sus padres, pero nadie lo hizo.

Ayer recorrí ese camino de nuevo. No estaban mis amigos, tan solo la campiña, los toros, la granja de champiñones de Vejer. Estaban en cambio mi mujer y mis hijas. Y no cantamos a Mecano. Pero la Guardia Civil esperaba a la entrada de Barbate. Veintitrés años después.

martes, 21 de septiembre de 2010

MEZCOLANZA. MISCELÁNEA.

La verdad es que llevo tiempo sin escribir en este blog. Y, en principio, tenía cosas que contar, no por interesantes, solo porque las tengo en la cabeza y deben salir.
Lo primero.
Internet, más en concreto, Facebook está siendo un desierto en los últimos tiempos. Es verdad que mucha gente escribe en su muro, que mucha gente gana ladrillos de no sé qué juego, que hay muchas últimas noticias, pero nos comportamos en este lugar social como cadenas de televisión. Nos exponemos, intentamos ser ocurrentes, graciosos, estar a la última y queremos tener audiencia. Pero se habla como contra un espejo. A solas. Me hace recordar un resumen de EPS de la década de los noventa, hablaba de la soledad, de como las personas podían estar unas junto a otras, apiñadas como en una playa en agosto y sentirse solas. Tenía arte este periodista porque en realidad hablaba del Walkman y disparó un certero dardo a nuestro modo de vivir.
Y Facebook cada vez me parece más esa playa superpoblada. Y algunos de sus pobladores por más que intenten trascender no pueden dejar de ser idiotas. Para desintoxicarme de eso, al menos por unos días, apago mi canal. Para ser yo mi idiota y no depender de audiencias, utilizo esta, mi 2.
Por eso escribí un día de forma semi críptica “Y, de repente, todo el mundo desapareció a sus pies”. No sé si esta frase la he oído o leído en algún lado, lo cierto es que quiero que alrededor de ella surja un relato.
Cantautores.
Habrá un día (perdón por coger esta frase prestada, Labordeta) en que llegue a preparar una recopilación de canciones para un finéfilo, que también es cinéfilo, con palabras que escogeré para su audición de entre las que hay en esta entrada. Será una lista en la que aparezcan Jorge Drexler, Pedro Guerra, Joaquín Sabina, Joan Manuel Serrat, Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Tontxu, Aute, Luis Pastor, Mercedes Sosa y una canción, si cabe, de Ismael Serrano. Quizás Ignacio Copani. Es, vista la lista completa, una mezcla rara. Pero él dice no conocer a ninguno de ellos y, sin embargo, los odia.
La palabra cantautor podría extenderse a cualquiera que escribe, canta e interpreta una canción. En un sentido amplio extiendo de esa manera la definición del término con esta elección, porque gente como Drexler o Sabina no sé si pueden, en términos puristas, ser considerados como cantautores. Pero tampoco están en el lado de los rockeros o poperos puros. Ni en el de los músicos o letristas o escritores. Así que, como clasificar es difícil y lleva una componente de decisión propia, me decido a incluirlos.
Este hombre, mi amigo, aborrece todo lo que huele a cantautores porque parece que le recuerdan a otras épocas en la que autores como Paco Ibáñez o Labordeta pretendieron socavar los cimientos del Régimen Franquista con canciones y mensajes simbólicos. Es posible que no lo consiguieran y que el Régimen cayó porque tenía que caer (un debe en el Diario de los españoles), pero consiguieron dar cohesión, esperanza y fuerza a mucha gente que sabía que quería luchar contra algo y no sabían expresarlo. Como bobos hay siempre, están los que no entendieron ni metáforas ni símbolos y se quedaron con que estaba bien y bonito cantar cosas raras que no se entendían, sin más rudimentos musicales que una melodía y dos acordes, y que, a pesar de eso, la gente los escuchaba y los idolatraba. Así que nacieron los cantautores coñazo. De esos hay muchos. Y han hecho mucho daño a la causa.
Tras los años de lucha contra el franquismo y la transición, muchos de estos artistas se quedaron huérfanos de motivación y se reconvirtieron en trovadores de lo urbano, poetas, filósofos introspectivos o voces de la conciencia. Los buenos, los que de verdad siempre han sido artistas, sobrevivieron a la avalancha del pop, la salsa, el grunge y las diferentes modas musicales. Algunos no sin pagar el precio de ver su música, a veces, convertida en música de ascensor o consulta de dentista, a resultas de las insoportables orquestaciones que productores locos, al estilo de Luis Cobos, hicieron. Da pavor escuchar alguna versión de Serrat de los primeros ochenta. Y es que, al igual que tontos, horteras los hay y los habrá.
Lo que nos resulta increíble cuando nos gusta algo es pensar que a otros no les guste. Uno se imagina atrapado por la poesía de Silvio, y no puede creer que otra persona no se conmueva con palabras como “olvidar que fue mío una vez cierto libro”. Por eso quiero hacer esta recopilación y necesito escuchar la opinión de alguien ajeno; porque yo sé que me puedo emocionar escuchando una Cantiga, música renacentista, un coro, la música de Jordi Savall, o de unos cracovianos locos, incluso la de esa islandesa que tanto gusta o la de un finlandés del que no sabría nunca escribir el nombre. Y creo que hay goces y parámetros estéticos que son universales. Y por eso, desde que éstos, los cantautores, han vuelto a su origen y cantan acompañados de una guitarra y como mucho bajo y batería, recuperan, de pronto, toda su fuerza. Basada en la voz y en la palabra. En la palabra. En la poesía.
Cambio Climático.
En este mundo es imposible ser experto en todo. Quizás ni siquiera es posible ser experto. Pero gracias a que por nuestra vista pasan millones de noticias, de informaciones y de comentarios, no solo nos creemos con suficiencia para opinar, sino que nos creemos expertos.
Con el clima ocurre esto. Si ayer llovió o mañana hace sol, no hay duda de que alguien lo achacará al cambio climático. Por más que llueva (hablo de Andalucía) en octubre y salga el sol en noviembre. Y es que cogemos las cosas con alfileres y nos montamos una teoría.
Lo de opinar del tiempo como si fuera el clima debe ser algo que queda en nuestra memoria colectiva del tiempo en que fuimos labradores. Y es que nos montamos en un ascensor con un vecino y hay algo que nos impide estar callados y nos impulsa a hablar del tiempo. Sin embargo, no nos da por decir, ¡Hay que ver lo rojo que es el rojo de su jersey!, por más que sea igual de evidente y fatuo que decir ¡Qué calor hace!.
La versión moderna del tiempo consiste en achacar al cambio climático la dureza del invierno anterior o la duración de las lluvias. Cuando sería más coherente mirar hacia atrás y comprobar que, de forma cíclica, se repiten periodos de sequía y de fuertes lluvias, años más cálidos y otros más fríos. Ese es el error. Pero el cambio climático existe.
Por necesidad física, por el principio de la entropía, todo se calienta. Nuestro mundo no es menos. Y, al margen de iluminados que pretenden la invención del móvil perpetuo de primera o segunda especie, esto ocurrirá. Por simple Física, o Termodinámica. Además, nuestro planeta, se da ciertos caprichos, y una vez cada cuantos miles de años o varía su trayectoria en el espacio, o cambia el ángulo de su eje de giro. Así, porque le da la gana. Los efectos de estos cambios se traducen en que la temperatura media del planeta cambia. Y o nos morimos de un frío glacial o andamos todo el día en un mundo tropical. Pero ahora estamos viviendo el calentamiento del planeta. Los cambios naturales se producen de forma muy lenta, a una escala no humana, de forma imperceptible. La tragedia del hombre es que estamos acelerando estos cambios a una escala de tiempo distinta, y que hablamos de que lo que ocurría antes en el transcurso de mil años, hoy ocurre en ciento cincuenta. Esa es la tragedia.
El error de bulto de algunos personajes es que hablan del clima como si fueran seres por encima del bien y del mal. Como si instalados en sus casas de lujo el clima dependiera de accionar o no el aire acondicionado, de poner en marcha o no el riego del jardín. Y obvian que estos cambios, aunque pequeños, afectan a la vida (a la muerte) de muchas personas. No sé si Rajoy sabía de lo que hablaba cuando mencionaba a su primo, el Físico, y decía “si no sé si va a llover mañana, ¿cómo voy a saber qué pasará dentro de cien años?”; o el ínclito Aznar, el tejano, quien afirmaba en la presentación de un libro de Havel, que nuestro planeta es azul, no verde, una forma tan sosa y "esaboría" como todo su escabroso humor, ése que le hacía también pitorrearse de la prohibición de beber vino y coger un coche. Ahora se suma el presidente de Ryanair, a quien, no harto de ganar dinero a costa de tratarnos como ganado, ahora se le ocurre hablar de nuestro planeta, de su salud y “de la tontería del cambio climático”.
A todos recomiendo la lectura de un libro de los años setenta “El segundo planeta”, se trata de una obra en la que se afrontan los retos del planeta Tierra para el fin de milenio. Resulta curiosa la preocupación por el hambre, la escasez de fuentes de energía, la deforestación, las sequías perpetuas o el calentamiento de la Tierra. Resulta curiosa porque anticipan de lo que hablamos hoy, y, cuarenta años después, los problemas son los mismos. Y además, nuestros preclaros líderes no trabajan por nuestro planeta azul. Debe ser porque lo consideran, no sin cierta desgraciada razón, su planeta azul.
Las carreteras son mentirosas.
Se lo decía ayer a Inma. Y no es que esté loco o tenga alucinaciones. Es que venía por la autopista y parecía que veníamos por el interior de un bosque. Tan rodeados de pinos viajábamos.
Este efecto, el de los jardines, el de las medianas llenas de adelfas, el de las márgenes frondosas, es un espejismo. Basta con mirar entre dos pinos para descubrir un erial al otro lado, o un mar de invernaderos. También al otro lado se encontraban un día un poblado de chabolas o las Tres Mil Viviendas.
Esta vegetación a veces se llama, con todo el descaro del mundo, islote ecológico. Se debe suponer que en estos reductos vegetales, en los que unas plantas, que nada tienen que ver con las autóctonas, viven una estresada vida, deben aparecer colonias de animales salvajes. No es una idea nueva, ya se hizo con las reservas indias, los ghettos o los campos de refugiados. Así que hecho con una especie, por qué no hacerlo con otra.
La ilusión de que cualquier carretera no es sino una calle que se prolonga con una ciudad en cada extremo también es falsa. Cada vez el viaje es más una odisea que un simple paseo.
El Alcalde de Morón ha descubierto el truco. A cada paso está mandando sembrar un jardín y asfaltar la ciudad. La está llenando de carreteras para hacernos creer que transitamos por la vida como por una autopista. Basta con mirar entre dos palmeras americanas para descubrir la farsa.
La realidad supera la ficción.
Podría tratarse de un argumento, cuando menos de un elemento importante para una novela de Skármeta o de Manuel Vincent, pero contaban el otro día que era verdad.
En los sueños de todos está el cine. Están las imágenes de películas alimentando nuestro imaginario colectivo. Y es raro que alguien no recuerde el famoso baño de Anita Ekberg en la Fontana di Trevi. ¡Qué mago Fellini!.
Pues bien, el gran Fellini, se inspiró en un hecho real para esta escena. Por increíble que parezca, Anita Ekberg se encontraba rodando una película en Jimena de la Frontera en el año 1956, “Los tres etcéteras del capitán” (**), y dio lugar a dos anécdotas gracias a su afición a las bebidas alcohólicas y al calor. La primera es que debía rodar una escena montada a caballo, y Anita acudió en estado de gracia, no se sabe si debido a vino moscatel, jerez o brandy; así que montó a lomos de un caballo blanco muy trotón. Entre el empedrado de la calle, el trote del jamelgo, el olvido del corpiño y las excelencias carnales de la sueca provocaron más de un sueño lúbrico en los presentes. El segundo consiste en que Anita se alojaba en un hotel de Algeciras, en pleno agosto. Estamos hablando de la España de los años cincuenta, así que no podemos imaginar más aire acondicionado que un ventilador. Lo que ocurrió es que esta actriz decidió darse un baño nocturno y acudió, ligera de ropa, a la fuente ornamental del hotel como si se tratara de una piscina. Entre las transparencias y la luz de la luna nació un escándalo mayúsculo que la prensa de correveidile y moral católica amplificaron hasta límites insospechados. Para escándalo de beatas mojigatas y regocijo de maridos a dos velas y satirones.
Cuentan que de la primera escena surgió, gracias a un operador de cámara luego publicista, un anuncio de televisión muy famoso en España. También con mujer rubia y caballo blanco. Del segundo es archiconocido el pasaje de la Dolce Vita. Y no me es difícil imaginarme al director italiano riéndose de antemano de la censura española, de la italiana y de las poluciones nocturnas que iba a provocar en seminaristas y capellanes.
Esto me vale para recordar a la amiga Bea(*) que nos llevó a Jimena. Valga esta entrada para comprometernos a ir de nuevo y contarle esta historia, ya que no creo que sea jamás una novela.


(*) Originalmente esta entrada decía los amigos V. y Bea que nos llevaron a Jimena. Esto ahora ya no tiene sentido.
(**) Errata. Se trata en realidad de la película “Los tres etcéteras del coronel”, rodada en 1959 y estrenada en 1960.