jueves, 18 de noviembre de 2010

EL DOBLE.

Durante años viví un pequeño tormento, compartía Escuela Técnica con alguien con mis mismos apellidos. No fue así al principio porque es mayor que yo, pero en dos años aparecíamos en los listados de las mismas asignaturas. Eran los tiempos del MS-DOS, del FORTRAN, del papel de impresora continuo, y de tantas cosas que hoy parecen ridículas, pero en aquella época una lista podía albergar un número muy limitado de caracteres, así que mi nombre aparecía mutilado en la A del segundo nombre y en el Ag del segundo apellido. También mi doble sufría esa cirugía y como, casualidad de las casualidades, compartíamos además primer nombre e inicial del segundo, era imposible determinar cual de los dos aprobaba y cual no. ¿Para qué preguntar quien sacaba mejor nota o peor si la realidad era binaria?.

Es de recibo decir que el mayor tormento no vino de mí, ni de él. Al fin y al cabo solucionábamos aquello de una forma civilizada acudiendo a un departamento o a Secretaría para ratificar cada uno su examen. ¡Qué va!, también compartió estudios conmigo una ex-amiga, ex-novia de un amigo mío, que me odiaba como odian los ex-fumadores al tabaco. También es de recibo decir que el sentimiento se convirtió en mutuo, aunque no sé cómo llegué a aquello. Bueno pues D. acudía al tablón a ver las notas como quien lee el periódico, apuntaba con exactitud en su libreta los resultados de cada uno de los que conocía y si habías suspendido y te veía antes de llegar al tablón te daba la mala noticia con una sonrisa en la boca, un cuatro, un dos, un tres y medio. Graciosa, ¿verdad?. Como es de suponer a mí me daba las malas notas mías y las de mi doble como si fueran mías aun cuando yo hubiera aprobado. En otras ocasiones en las que no me encontró, se las apañó para hablar con mis amigos de Córdoba y decirles que mi alegría por el sobresaliente en Ecuaciones Diferenciales y Tecnología Química era falsa, en realidad había suspendido. Noticia que llegó además a mis padres, con la consiguiente y monumental bronca, suspender vale, pero mentir… Jamás pude deshacer aquel entuerto con credibilidad. (Después de releer esto me doy cuenta de por qué odiaba a aquella hija de puta).

Tardamos casi dos cursos en que arreglaran aquello, bastó con que añadieran el dni a la lista, pero jamás me quedé satisfecho con los exámenes. En los exámenes no había dni, mi doble acostumbraba a escribir de su nombre solo las iniciales y a mi me han cambiado el segundo siempre, razones por la que no puedo sino sospechar que hubo intercambio de notas y resultados en alguna que otra ocasión. Yo creo que él no acabó la carrera, dejó de aparecer en quinto, no está colegiado y no aparece en las guías de teléfono, así que aquella sombra se esfumó y hoy solo vuelve a aparecerse en sueños. No verdaderas pesadillas sino sueños pesados en los que la burocracia de cambiar una nota o consultar un expediente implica cientos de paseos, de visitas a despachos y  de sinsabores. Casi como en la kafkiana realidad.

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