lunes, 15 de noviembre de 2010

UN SUEÑO. SOLDADO A CABALLO.

Desde hace unos años algunos días siento un temor a la hora de ir al trabajo. No es temor infundado, casi siempre sé que ese día tendré que enfrentarme a algo complicado. Y sabéis la mayoría que no me asusta lo difícil, lo más que puede pasarme es que no sepa resolverlo, me asusta encontrarme con algo sucio, injusto o ilegal.
Esos días necesito animarme para luchar y resistir el aluvión que se avecine, para no ceder. Hay días en los que cojo el viejo concierto de Silvio, escucho tres canciones, La Maza, De la Ausencia y de Ti y A dónde van. Sin tener nada que ver con mi conflicto me recuerdan algo, cuáles son mis convicciones, mis principios, qué es lo importante en mi vida. Armas suficientes para combatir.
Otras veces tengo un sueño recurrente. Sé que vengo en coche, cerca de la cornisa de los Alcores. Y cuando desciendo la loma y tomo esa llanura que podría ser un páramo estepario, soy un soldado. No un soldado de a pie, sino un jinete, en realidad un teniente de la caballería ligera. El uniforme cambia, es unos días el de un oficial inglés de la I Guerra Mundial, pardo; otras veces el de un ruso blanco en la contrarrevolución, siempre empuñando un sable, a veces también un rifle al hombro, otras pistola al cinto. Ser un ruso blanco no es sospechoso de faltar a mis ideales, soy, en este sueño, como el teniente Orlov, un rebelde contra la injusticia, triste por saber que mi lucha es contra una marea mayor que yo. Al iniciarse mi camino por la planicie neblinosa beso el sable frente a mis ojos y cargo con él cortando el viento, galopando hacia Morón.

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