viernes, 28 de diciembre de 2012

CRÓNICA DEL FUGITIVO.

Supimos de él a través de de las redes sociales. El fugitivo huyó de nosotros y de todo, salvo de sí mismo y de su incansable verborrea y forma de llevar la contraria a todos. Unos días antes habíamos descubierto como se había ido desprendiendo de todo lo antiguo. Y era obvio que nosotros estábamos en ese conjunto de cosas antiguas.

Nadie imaginaba que día tras día deshiciera todo lo hecho, retornara por todos los caminos emprendidos alguna vez y cortara todos los lazos que lo ataban a algún pasado. De unos se despidió con un escueto adiós. De otros tomando unas copas y de los demás no se tomó la molestia.

Embarcó. No es que fuera gran cosa el barco pero valía para aislarse. Hasta que al abrir la bolsa de la comida descubrió su móvil y el cargador. Durante días pensó en lanzarlo al mar y una mañana estuvo a punto. Mirando el teléfono antes de tirarlo recibió un whatsapp. La antena del sistema de localización le proporcionaba cobertura. Sin abrir el mensaje se metió en la cabina de popa y acarició la superficie lisa del teléfono.

Ahora solo sabemos que navega sin rumbo conocido. Que escribe sin ton ni son y que opina de todo. Del pescado que comió, de la cebolla liofilizada que usa, de la maroma que ata la vela que en realidad se llama jarcia, de las dársenas de los puertos... 

A veces habla de la soledad que siente, de lo que ansía fondear en algún puerto. Y entonces, solo entonces, lo entendemos.     

viernes, 16 de noviembre de 2012

LAS COSAS QUE NUNCA TE DIGO.

Sé que cuando tengo ganas de decirte
estás guapa, te quiero,
te quiero así,
feliz,
me callo.

Sé que debería decirte a menudo,
me gusta como haces las cosas que tú haces,
me gusta cuando estás despistada,
libre,
y no ejercito este derecho a pedirte,
abrázame en la forma en la que me gusta que tú me abraces,
bésame como me gusta que tú me beses,
acuéstate a mi lado y martirízame con el frío delicioso de tus pies.

Sé que no siempre soy yo el que callo,
hay días en los que te cuento esto como un ruido de fondo,
como un murmullo que acalla
el timbre de un teléfono,
la melodía de Violeta
o un absurdo y dulce reclamo infantil.

Sé lo que me gusta tu piel,
que yo sé suave y cálida.
Sé lo que me gusta el arco de tu espalda,
el que yo creo que parece hecho para mí,
para que me acople y me reciba.
Sé lo que me gustan los días en los que te veo,
tranquila,
amable,
dulce,
serena,
alegre,
o todo lo contrario.

Sé que son estas,
y las otras,
las cosas que me gustaría decirte,
recitarte.
Y nunca te digo.
Aunque nunca no sea nunca.

miércoles, 17 de octubre de 2012

A LA SOMBRA DE MURAKAMI

En Almodóvar vivía alguien a quien llamaban el Feo Gómez. El Feo Gómez era raro. Y extraordinario. Tenía barba, una casa decorada a lo árabe, vivía con su padre y unos gatos y bebía té. Yo tendría unos tres años y medio o cuatro cuando visité aquella casa en la que no había ni un juguete.

La habitación a la que me llevaron era pequeña, tenía muchos libros y alguna que otra estrella de ocho puntas en la madera de la contraventana modulaba la luz. Allí me quedé, esperando por una eternidad algo con lo que jugar, hasta que llegó un gato y se recostó contra mí.

Mientras bebían té decidieron venir a verme. Recuerdo aquella tarde como la primera en la que no merendé. Y nos vieron a mí y al gato juntos.

- Tranquilo, decía el Feo Gómez. El gato no te hará nada, no hace nada.
- Entonces es manso, contestaba yo.

Se rieron.

- No hace nada porque es un cachorro tranquilo.
- ¿Por qué dices que el gato es manso?, ¿de dónde has sacado esa palabra?
- Hoy en Furia ha salido un caballo salvaje. Como no dejaba que le pusieran una silla, Furia se puso a su lado y el caballo se tranquilizó porque era manso, solo estaba asustado.
- Ya, pero un gato no puede ser manso.
- ¿Por qué no?, ¿por qué un caballo puede ser manso y un gato no?

Volvieron a reirse. Y yo sentí que se reían del gato y de mí. Pero no sabía como contarles el abismo en el que eso me sumía.

Al poco, mientras terminaban el té, el gato manso se marchó ajeno a su mansedumbre. No volví a verlo, tampoco al Feo Gómez.

viernes, 21 de septiembre de 2012

CUENTOS DEL DÉFICIT CERO. UN TERCIO MÁS.

Cuando el café está impregnando de aroma la cocina llega Pedro. Ha pasado varias guardias seguidas en varios hospitales y apenas recuerda ni de cuál vuelve ni a cuál tendrá que acudir dentro de dos días. Solo sabe que tiene ahora un poco de tiempo para disfrutar de su casa. Olga se irá a su trabajo de media jornada y la interna se llevará y recogerá a los niños del cole. Solo, va a quedarse solo. Podrá hacer lo que quiera.

Olga vuelve a las tres y encuentra a Pedro aun en la cocina, pensativo, preocupado. No quiere preguntar, sabe que es duro aguantar ciclos de cuatro días sin venir a casa, durmiendo en camas de hospital y atendiendo a gente en mal estado. Olga sabe que ayer le contó que había tenido que dejar de atender a un cincuentón en paro desde que se inició la crisis y a un marroquí sin ningún tipo de documento. A Pedro le propusieron objetar, pero el director de la Clínica lo miró y él pensó en la tranquilidad que la interna les daba en casa y en lo bueno que era que ella subiera las maletas, no estaba para rebeldías quijotescas. Olga cree que hizo lo más sensato. Pero tiene que ser duro decirle a alguien, vaya a morirse a casa, yo no puedo atenderle. Olga siente que ni un terrorista merece oir eso.

Olga mira ensimismada a Pedro, piensa que vive una lucha interior y que su juramento hipocrático le está provocando un fuerte dilema moral. Estás bien Pedro, lanza con dulzura. Sí, no te preocupes, tranquiliza el médico, estaba pensando en que si en vez de hacer lo de todo el mundo fuera al revés que el mundo podría añadir un ciclo más cada dos meses, comprarnos el coche con el deuvedé integrado en los asientos traseros y ganar este año un tercio más.






miércoles, 19 de septiembre de 2012

LA ISLA DE LOBOS.

(UN CUENTO PARA CARMEN)

Os voy a contar una historia.
Es la historia de un cuento y de por qué se hizo famoso.
Es la historia del Cuento de la Isla de Lobos.


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Hace ya algunos años, ni muchos, ni pocos, sino los suficientes, una niña viajó con sus padres de Lanzarote a Fuerteventura. Esta niña, podéis imaginaros, es como las niñas de todos los cuentos, guapa, rubia, de pelo ensortijado, que quiere decir muy rizado y muy bonito, y con un corazón puro, puro, muy puro.

Carmen, que es el nombre de esta niña, hacía la travesía en un bonito barco, un vaporcito con el fondo transparente para ver los peces, que se llamaba “El Barco del Amor”. El contramaestre era un simpático hombre que vestía como un antiguo pirata, descalzo, con calzón ancho y pañuelo en la cabeza.

- Carmen, gritaba, mira los delfines y los peces voladores, ¡mira el cielo y el sol!.

Y, mientras a babor y a estribor saltaban los peces voladores y los delfines acompañaban el barquito, su papá le dio la mano y su mamá montó a Carmen en sus rodillas para que viera mejor la isla de Fuerteventura que aparecía en la proa del barco. Pero Carmen no miraba a su frente sino a su izquierda, que es babor, donde su atención se dirigía a un pequeño islote.

Tan tímida era Carmen que no preguntó qué era aquello, pero el pirata adivinó su pregunta y dijo:

- Y a babor tenemos la famosa Isla de Lobos.

Y del corazón de Carmen, sin saber cómo, salió un mensaje que voló rápido y veloz a la Isla de Lobos.

Y no creáis que se perdió, pues como veréis ahora, ese mensaje puro llegó a la Isla y selló un pacto muy importante.

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Cuando Ferling, el Guardián, detectó el mensaje supo enseguida que debía convocar el Consejo.

Os preguntaréis qué es el Consejo, pues sabed que el Consejo lo componen todos los habitantes de la isla. Es decir, todos los lobos de todos los cuentos, historias y leyendas del mundo. Este Consejo lo preside el lobo más antiguo, que como casi todos sabéis es el lobo del cuento de Caperucita.

Haremos aquí un descanso. Pequeño. Lo suficiente para contar cómo viven y qué hacen los lobos en esta isla, pues antes los lobos vivían a lo largo y ancho de este mundo. Hace muchos años los bosques y los campos empezaron a llenarse de hombres que se peleaban con todos los lobos, incluso con aquellos que incluían en sus historias, casi siempre los malos del cuento. Poco a poco el mundo se hizo pequeño para los lobos hasta que una loba, hechicera y maga, que vivió con los Atlantes decidió que todo lobo que apareciera en una historia humana podría venir a esta isla a vivir para siempre.

Escogió esta Isla de Lobos y la hechizó, a los ojos de los hombres no sería más que un islote pedregoso, pero en realidad es un verdadero paraíso, un jardín creado por un lobo jardinero, el que creó el jardín de Babai. Los hombres creen que la llaman Isla de Lobos porque el viento pasa entre sus rocas y el sonido recuerda el aullido del lobo. Es en verdad el aullido del lobo, de todos los lobos del mundo que aúllan. Y ahora vosotros sabéis el secreto.

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Cuando la luna llena llega al punto más alto en el cielo, se ilumina la Cueva del Consejo. Nadie sabe por qué la llaman cueva porque se trata de una explanada rodeada de pequeñas pendientes en las que los lobos se colocaban para escuchar y participar en las deliberaciones del Consejo. Y la primera luna llena desde la llamada de Carmen se reunieron los lobos.

Los primeros en llegar fueron los ruidosos wargos de Tolkien, unos lobos con mala fama que siempre reñían con los lobos del cuento de La Bella y la Bestia. Tras ellos se fueron incorporando los demás, los lobos provincianos de las fábulas francesas, los de los cuentos griegos y romanos, los exóticos lobos de las estepas rusas, los de los cuentos de las riberas del río Amarillo que acompañaban a los blancos lobos siberianos. También los lobos místicos de los Libros Sagrados de casi todas las religiones a los que todo el mundo intentaba dejar a solas. Y los lobos de rancio abolengo que iban incorporándose los últimos, el de los Tres Cerditos, el de los cabritillos, el de aquel cuento que contaba tu abuela y ahora no recuerdas. En último lugar como fornida escolta, los hombres-lobo, abriendo paso al presidente del Consejo, el anciano lobo, aun fuerte y majestuoso, el más sabio, el lobo del cuento de Caperucita Roja.

- Hermanos lobos, y cuando decía esto no podía sino recordar a su antiguo amigo Francesco, el Consejo se ha convocado para que tomemos una decisión. Hace menos de media luna el fiel Ferling recibió un mensaje de un humano. No, no digáis nada todavía, no era una trampa. Era un mensaje de ayuda y no pedía nada. Jamás Ferling recibió un mensaje tan puro y de un corazón tan grande.

- Pero, ¿qué quería?

- No quería nada. He aquí lo extraordinario. Nada pedía, y ofrecía amor y ayuda.

- ¿De un humano?, no lo creo.

- De una niña, créelo. Su corazón es puro, muy puro.

- Entonces, nuestra salvación es una niña. En el mundo de los hombres la voz de una niña apenas es nada. ¿Qué puede hacer?.

- No lo sé, hermano. Cierto es que se trata de una voz pequeña, pero no creo que sea débil. Se trata de algo muy fuerte, frágil pero duro, como un diamante.

- Y, ¿qué haremos?

- Enviar a un mensajero.

- ¿A quién de nosotros?.

- No está decidido, pero yo había pensado en enviar a alguien fuerte, con experiencia en estos asuntos, que ya haya vivido una experiencia similar.

Todos los ojos de los lobos se dirigieron a la roca en la que los hombres-lobo se agrupaban. Miraban su porte altivo, erguidos sobre sus dos patas traseras, mostrando un pecho fuerte y peludo, atravesado por las heridas de mil armas de plata. Y, de entre ellos, se adelantó uno, con el semblante serio y desesperanzado y habló:

- No habléis más. Yo soy el lobo al que siempre traga la Nada, el hombre-lobo que persigue a Bastián, el embajador de las sombras. ¿Otra vez queréis mi sacrificio?, ¿otra vez me enviáis a la ciega oscuridad?.

- Amigo, sabemos de la dificultad de tu misión, y sabemos que si la emprendes no podrás volver a la isla, que tomarás el camino de los que no quieren ser más una historia, pero nuestra supervivencia depende de esto, y sabes que nadie mejor que tú para cumplir esta misión.

- Me pedís mi sacrificio, vosotros que también me miráis con miedo, y de esa forma os libráis de mí.

- No, no es así. Los pequeños lobos admiran tu porte y sufren por tus heridas cada vez que alguien lee La Historia Interminable. Y lo que queremos es que seas nuestra esperanza. No creas que se olvidará tu nombre, cantaremos tu viaje en nuestras leyendas.¿Aceptas ser nuestro embajador?.

- Sea.

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Carmen había casi olvidado su viaje a Fuerteventura, tan solo en un rinconcito de su corazón quedaba un hueco para aquella travesía y la misteriosa isla. Había pasado ya tiempo y se preocupaba por algo muy importante en su vida, su colegio. Estaba a punto de entrar en un cole nuevo, en el que no sabía si estarían sus amigos de siempre, o serían unos nuevos compañeros los que la acompañarían.

La noche de antes de empezar el colegio se acostó temprano, escuchó un cuento de su papá y otro de su mamá y se durmió soñando con el día siguiente. Pero a media noche se despertó, no sabía lo que pasaba pero miró a la lamparita que tenía en su habitación y le pareció ver una sombra. Muerta de miedo se tapó la cabeza con su edredón pero no podía dormirse, notaba algo extraño.

Debo estar soñando, pensó. Y cerró los ojos para dormirse cuando notó que a los pies de su cama se sentaba alguien. Mi papá, que viene a ver que me pasa, dijo antes de destaparse la cara y descubrir algo que le dio tanto miedo que la dejó muda. A los pies de la cama estaba sentado un hombre cubierto de pelo por todo el cuerpo, mucho más fuerte y alto que su padre, y con la cabeza de un lobo fiero, con unos colmillos blancos y afilados. Antes de que Carmen pudiera hablar, el monstruo habló:

- Buenas noches, niña. No te asustes, solo vengo a hablar contigo. ¿Cuál es tu nombre?

Al principio Carmen no podía hablar del miedo que sentía, y se quedó mirándolo con mucho miedo.

- Lo siento, dijo el lobo. Los lobos no nos damos cuenta de que somos los malos en todos los cuentos y que asustamos a los niños. Perdóname. No tengo mucho tiempo, antes del alba he de partir, así que empezaré diciéndote que vengo de la Isla de Lobos, ¿la recuerdas?.

- Carmen, me llamo Carmen. Dijo tímidamente. Y la recuerdo muy bien.

- Bien. Como te decía vengo de la Isla de Lobos para pedir tu ayuda. Estamos en un grave peligro, desde hace miles de años, vivimos en esta Isla sin que nadie nos moleste. Apenas un farero de vez en cuando, como el padre de un niño que queríamos que se llamaba Alberto, algún que otro turista despistado que venía a comer pescado a una pequeña caseta de la playa y poco más. Pero hace poco, alguien dice que compró nuestra Isla. Sabemos que un día desembarcó en la playa con unos papeles escritos por notario que decían que era suya, echó a los pescadores de la playa y derribó el pequeño bar que les abastecía y proyectó varios hoteles, carreteras, su mansión, un parque acuático y mil cosas más. Esto que, en principio parece bueno para que los hombres puedan vivir y trabajar, es nuestra ruina y nuestra muerte. Porque el hechizo de la maga durará mientras en la Isla los lobos sean más numerosos que las personas, solo así seremos invisibles. Nos quitarían nuestro hogar y ya no quedan islas donde puedan vivir estos lobos a los que nadie quiere. Y los que abandonan la Isla al cabo de un tiempo muy corto se pierden como las sombras en la oscuridad.

- Pero si sois buenos y estáis en todos los cuentos. ¿Por qué os hacen eso?

- Sí, pero en todos los cuentos somos los malos. Nadie nos quiere, ni a nadie podemos acudir, el hombre solo piensa en el hombre.

- Es verdad. A veces dais mucho miedo, pero como me ha pasado contigo es porque apenas os conocemos. Me da mucha pena lo que me has contado de tu isla tan bonita, pero, ¿cómo os puedo ayudar yo?.

- No lo sé, pequeña, no lo sé. Cuando recibimos tu mensaje, pensábamos que tú tendrías la solución.

- No la tengo. Y no se me ocurre qué hacer. Lo siento. Vuelve a la Isla y diles que tenéis que buscar ayuda en otro sitio.

- No puedo. Al salir de la Isla ya no se puede volver. Dentro de poco, de dos lunas, me desvaneceré y mi historia habrá sido una mala pesadilla.

- Nooo, lobo, no. Al principio das un poco de miedo, pero eres bueno. Pensaré algo para ayudarte, lo prometo.

- Gracias, niña. Volveré en dos lunas. Ahora tengo que marcharme.

- Adiós.

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Dos lunas son un tiempo inmenso para una niña, tanto que a Carmen se le olvidó la cita con el hombre-lobo, y pasó unos días estupendos en su nuevo colegio casi sin acordarse de nada.

Una noche de otoño, con un poco de frío, Carmen se fue a la cama con una sensación especial, pensaba que algo ocurriría, y ocurrió. Cuando sus padres ya dormían, Carmen se despertó con la leve presión que sintió a los pies de su cama. El hombre-lobo estaba allí.

- Hola, Carmen. Hoy es mi último día, vengo a despedirme, porque creo que no has encontrado ninguna solución a nuestro problema. Al menos no he sentido nada que lo presagie.

- Hola. La verdad es que casi te había olvidado, ha pasado tanto tiempo que ya creía que no volverías. Pero tus presentimientos están equivocados, no dejé de pensar hasta que algo se me  ocurrió.

- ¿De verdad?, ¿qué has pensado?.

- Algo que no sé si os va a gustar porque revela vuestro secreto. Resulta que mi profe es un cuentacuentos y sé que a mi padre le gusta escribir. Así que si convenzo a mi padre para que escriba vuestra historia y a mi profe para que la cuente, todo el mundo la conocerá, y no creo que nadie se atreva a destruir vuestra isla. Pero necesito tu permiso.

- Y, ¿crees que funcionará?, ¿crees que a la gente le siguen interesando los cuentos con lobos?

- No lo sé, pero es que no se me ocurren más ideas. Me gustaría tener dinero para comprarle a ese hombre la isla, pero no tengo. Así que es la única solución que se me ocurre.

- Esperemos que funcione. Tienes mi consentimiento.

- Gracias.

Y el hombre-lobo hizo un pequeño silencio, miró los muebles blancos de la habitación de Carmen y suspiró antes de hablarle.

- Carmen, ahora tengo que irme. Me tengo que marchar para siempre, ya lo sabes.

- Lo sé. Pero antes de irte dime tu nombre.

- Algunos me llaman Lobo, Wolf, Hombre-Lobo, Bestia y mil cosas más. Pero una vez tuve un nombre. Un nombre humano, Piotr.

- Piotr. ¡Qué raro!, suena como piedra.

- Y así es. Es el mismo nombre que Pedro o Peter, en mi tierra me llamaban así por un cuento musical, Pedro y el Lobo.

- Piotr, si apareces en el cuento podrás volver a la Isla. Porque será un cuento nuevo y tú su protagonista.

Los ojos del lobo se iluminaron y humedecieron, pero no dijo nada, ni hizo ademán alguno.

- Adiós, Carmen.

- Adiós, Piotr. ¿Me darías un beso?.

Y el lobo la besó en la frente dulcemente. Y justo cuando lo hizo se desvaneció como el humo en el aire y de él no quedó nada más que un recuerdo como el de un sueño y un susurro que voló hasta la Isla de Lobos para llevar la buena nueva al Consejo de los Lobos.

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Y así fue como este cuento fue escrito, y contado a todo el mundo.
(Y así fue que yo, Carloco, lo cuento).

Y así fue, desde entonces, que todos los lobos de los cuentos viven en su Isla con el respeto de los hombres que cuando conocieron el secreto decidieron que allí no se construyera nada.

Y Piotr, el hombre-lobo, regresó a su casa desde el primer día que el padre de Carmen escribió su nombre en un papel y pasa los veranos sentado en una roca, mirando el horizonte y esperando, al igual que lo hizo Ferling, recibir el mensaje de una niña guapa, rubia y de pelo ensortijado.

lunes, 10 de septiembre de 2012

EL PEDANTE.

[El Pedante ha muerto. No ha sido ley de vida, sino una decisión meditada. El Pedante ha muerto. Antes de abandonar esta esfera, el Pedante se presenta ante el Coro de Jueces. Mejor dicho, ante el Coro de Juzgadores.
El Coro viste de blanco, el Pedante apenas se viste con una especie de pañuelo hindú que tapa sus genitales.]

Pedante: Ante este coro blanquísimo, pulcrísimo, inmaculado, me presento.Yo soy aquel que quise ser amado y no lo fue. Yo soy aquel a quien no esperaba el mundo y llegó.

Juzgador 1: Está bien esa forma de presentarse, humilde como siempre ha correspondido a los humildes. Sabe usted presentarse. Sabe usted predisponer y soliviantar a este Coro con solo una frase.

Pedante: Ese es mi sino. Hablar y molestar.

Juzgador 2: ¿Acaso no lo pretendías?

Pedante: No. Y lo siento. Durante toda mi vida fue igual, hablaba y no pensaba. Siempre me encontré con la misma patente reacción ante los que hablaba, se me iba la cabeza y charlaba, charlaba y charlaba pensando que los demás me seguían. Y era falso, los demás me seguían hasta dónde aguantaban y además interpretaban lo que querían, o podían, de mis palabras

Juzgadora 3: Y usted erre que erre. Además de pedante, insistente, cabezón.

Pedante: Disculpe, cabezón, no. Mi cabeza tiene unas proporciones muy normales. Creo que quiere usted decir cabezota.

Juzgador 4: Se da usted cuenta de que sus continuas correcciones no le favorecen.

Pedante: Sí, me doy cuenta. Soy consciente de que este irrefrenable deseo de corregir me condena, pero no sé qué me ocurre porque mi lengua cabalga desaforada antes de que mi mente la detenga. Es algo congénito.

Juzgadora 5: ¿Pretende darnos pena?

Pedante: ¡Qué va!. Lo que pretendo es que comprendan que es algo que está en mi naturaleza, en mi ser. Que comprendan que así como todo el mundo sabe que una víbora morderá porque es una víbora, que sepan que un pedante hablará porque es un pedante.

Juzgadora 6: Quizás comprendamos la naturaleza de una serpiente y sus reacciones porque son instintivas. ¿Cree usted que un gen lo convierte en pedante?

Pedante: Puede que algo parecido

Juzgadora 7: Mire. Hasta donde sé lo suyo es un comportamiento, un hábito que se puede corregir.

Pedante: ¿Y cómo corregirlo?

Juzgadora 8: Poniéndose en el lugar del otro. Pensando en lo que el otro piensa y necesita, en lo que desea oir, anteponiendo los deseos y necesidades de los demás a las suyas. Haga eso y podrá corregir su aptitud.

Pedante: Actitud, no aptitud.

Juzgador 9:  Va por buen camino.

Pedante: Lo siento. Lo que no entiendo es cómo hacerlo si he muerto.

Juzgadora 10: Si jura hacer lo que le hemos dicho volverá a vivir. De usted dependerá que sea una vida diferente, de usted dependerá tomar un camino distinto en cada ocasión en la que fue pedante.

Pedante: ¿Y si no juro? ¿O prometo?.

Juzgador 11: Recuerde que será juzgado.

Pedante: ¿Por qué?, ¿Por saber mucho?

Juzgadora 12: No. Hacen falta personas que sepan. Pero los conocimientos no son todo lo que hay que tener; saber puede ser combinado: hay que saber tratar a las personas, saber estar, saber que no se es el ombligo del mundo,...

Pedante: Aun así no aprecio falta o pecado en mí.

Juzgador 13:  El pecado está en el daño que hiciste a los demás, a los que con tus palabras, con tu arrogancia hiciste sentir inútiles e inservibles. Date una oportunidad y rehaz tu vida.

Pedante: Escojo el juicio.

Juzgadora 14: Sea

Coro: TE CONDENAMOS.

Pedante: Esto sí que es un juicio rápido. Pero condenar es transitivo, ¿y el objeto directo?

Coro: ¡¡GRRRR!!... LA CONDENA ES A VIVIR TU VIDA MIL VECES COMO PEDANTE, A SER JUZGADO MIL VECES Y A REVIVIR EL DAÑO QUE HAS CAUSADO.

Pedante: Con mi actitud, como decís, ¿qué me va a suponer a mí?.

Coro: EN CADA VIDA SABRÁS UN POCO MÁS LO QUE SIENTEN LOS DEMÁS, SUFRIRÁS COMO ELLOS, PERO NO PODRÁS CAMBIAR TU FORMA DE SER. ESA ES LA CONDENA.

[Y así ha sido desde el día de este juicio, mil vidas que está viviendo el Pedante, mil condenas, mil veces la muerte buscada por el Pedante].

Así que si te tropiezas con el Pedante, no te castigues. No pienses que el Pedante queda indemne, en su conciencia, día a día, queda un estigma. El del daño que te ha causado y que le provocará la muerte.

Obsérvese el sobrado cumplimiento de la ley de paridad en el Coro de Juzgadores. Y Juzgadoras.

¿Buscan al pedante?

YANNIH NOAH Y SU RAQUETA.

Amanece. Es domingo y llevo casi una hora y cuarto corriendo cuando el sol empieza a hacerse notar. A mi lado otros corredores, con los que me cruzo de forma casi invariable en el mismo punto semana tras semana, me muestran la cara que debo llevar. Frío, cansancio, sueño, una barbita sin afeitar... Están los ciclistas que pasan en manada a nuestro lado, abusones que se apropian del camino y de la velocidad, y que se tienen que tragar su soberbia en los semáforos y en las zonas adoquinadas. Y también los señores y las señoras que andan, los que pescan y los más elegantes, los remeros. Los remeros surcan al agua mansa del río con un compás mágico, rompen la superficie del agua con su proa de aguja y dejan tras de sí una estela veloz, que sobresalta a los patos.

Es domingo. Y esta ribera del Guadalquivir que alberga también a pintores y artistas, noctámbulos que no saben a dónde ir, parejas que ya no saben si el deseo de la noche sigue ardiendo, no parece Sevilla. Y aunque así sean ya esta ciudad y otras muchas del país, parece una mañana cualquiera junto a otro lugar, como podría ser junto al río Cam. Una mañana llena de actividad aunque sea domingo, sea enero y haga frío, mucho frío.

Y voy pensando en Yannih Noah, aquel tenista que me encandiló con sus golpes imposibles, el primero al que ví saltar por encima de su raqueta para dar un golpe entre sus piernas, al que ví remontadas épicas y al que aplaudí. Voy pensando en él porque hace unos días opinaba y teorizaba sobre el deporte español, y venía a decir que todos los éxitos logrados por los deportistas españoles están manchados por la trampa del dopaje. Es fácil teorizar, opinar y decir algo así sin conocer la realidad de miles de personas que optan por correr, montar en bici, saltar, jugar al tenis o al baloncesto o al fútbol de forma masiva. Es fácil hablar porque este tío no sabe lo difícil que es, ya no correr, sino conseguir un dorsal para correr una media maratón, participar en un triatlón o en una ruta ciclista. No sabe la masa social que respalda cada acto. Y aquí no hay trampa ni cartón, hay que correr, pedalear, saltar, y son el propio cuerpo, la mente, las piernas las que van moviendo una pequeña rueda hacia cada victoria. Yannih Noah no lo sabe y no nos importa.

Yannih Noah ha cambiado su raqueta por una guitarra, y puede que siga siendo un virtuoso. Pero que calle, por Dios, ¡que calle!. Porque, entre otras cosas, me estropea la mañana del domingo y los graznidos de los patos, el reflejo del primer sol sobre las ondas de las piraguas, el saludo del conejo en el parque. Que calle. Me gusta correr en paz.

martes, 28 de agosto de 2012

EINSTEIN EN ESPAÑA.

En relación a la visita que Einstein realizó a España en 1923 se ha escrito mucho. Casi todo lo que se ha escrito nos remite a un público entregado al discurso de un genio del que no sabían nada y del que no entendieron nada. En disculpa de esto se debe puntualizar que el físico alemán pronunció las conferencias en su idioma natal y usó el lenguaje matemático para argumentar sus descubrimientos. No cuesta nada imaginarse lo que el mensaje caló en la audiencia española, tan dada a la práctica de idiomas tan cercanos como el germano y tan puesta en matemática superior, espacios no cartesianos y derivadas de Lagrange.

Los periódicos de aquellos días muestran "el cálido acogimiento de las Autoridades y personalidades insignes al excelentísimo profesor". Lo que tan rebuscadas fórmulas quieren decir es que los caciques y los señoritos de la época con afán de hacerse una foto con él, lo llevaron a lo que conocían, cafés y casinos en los que los más suculentos manjares se componían de tacos de jamón, algún queso sudoroso y un templado vino blanco que se servía en vasos cortos y estrechos. Huelga decir la añoranza de los cafés con hielo, las tartas Sacher, los apfel-strüdel del matrimonio Einstein. El marido por la saturación de las mil veces repetidas exquisiteces de que fue objeto; la mujer por su aislamiento de la vida pública y el hambre que pasó, que ni eso le dieron.

Entre los asistentes a todas las conferencias se encontraba el profesor de Ciencias D. León Marín Rubalcaba. Se había enterado de que Einstein llegaría a Barcelona en Febrero y solicitó del Gobernador de Córdoba permiso y apoyo para conocer al genio y transmitir a la sociedad cordobesa sus descubrimientos. Quiso la fortuna que cayera en gracia el profesor, y que le fuera concedida una beca, un salvoconducto y una recomendación para formar parte del séquito del alemán. Con dos condiciones. La primera, debería registrar una de las conferencias en un moderno aparato recien adquirido, un gramófono alemán de doble cara. Y la segunda, hacer que Einstein concediera una entrevista a su sobrino, el estudiante de periodismo Crispín González. Con esto su tío pretendía llevarlo a la redacción del ABC y encumbrarlo a la cúspide del periodismo nacional. 

El diario del señor Marín describe a este periodista como un "perfecto botarate y petimetre que ni ha acabado sus estudios ni los acabará. Está más preocupado de sus afeites, peinados con brillantina y chalecos de fantasía que de la importancia de su misión. Y no es difícil de comprender porque, en su apenas metro y medio de estatura, no podría albergar más que los aguardientes, cocidos y latinajos cogidos de libros de otros que devora."

Fue hace muy poco cuando al remodelarse la biblioteca del Instituto Séneca se redescubrieron los diarios del profesor, quien alumbró y enseñó la luz del conocimiento a varias generaciones de cordobeses en esta institución. Así se sabe que durante toda la estancia española del científico, León pudo asesorar a éste en su trato con gentes de muy poca educación y mucho protocolo, y recibir el cariño y el afecto del alemán quien quiso, años más tarde, llevárselo a América como secretario y asistente personal. Si León no viajó nunca a los Estados Unidos fue, como él bromeaba, por la gracia de Gracia, su esposa.(*) Entre sus pertenencias se encontraron ejemplares de revistas científicas de principios de siglo, boletines de las Academias extranjeras que lo trataron como a uno de los suyos y una caja con varios discos entre los que se encontraban todas las conferencias españolas y la entrevista de Crispín. Se conjetura con que ocultó todo esto porque Crispín, a golpe de sablazos, soliviantó a muchos, fue investigado y descubierta la relación, que no tenía nada de familiar, con D. Luis Sopas, el Gobernador. El "Sopas", como pasó a ser llamado, declaró que sí, que lo de llamarlo sobrino, sí era familiar, como era tan pequeño y tan rellenito... Todo un escándalo.

No se sabe por qué el profesor Marín olvidó el paquete o no reveló a nadie su existencia, quizás fuera miedo a que este tesoro, que había estado mezclado en un asunto sucio, estuviera contaminado de esa suciedad, o que entendiera que la España que él vivió no estuviera preparada para Einstein.

Se conjeturó que al célebre Premio Nobel Rafael Arresye, al que León recomendó ir a Princetown, le fue desvelada su existencia y entregadas unas notas manuscritas de Einstein en las que se esbozaban la Teoría de Cuerdas y la aplicación de la Física Cuántica en la dinámica del centro de un agujero negro que él más tarde desarrollaría. És solo una suposición.

D. León Marín Rubalcaba se jubiló apenas cumplidos sesenta años. En realidad, fue invitado a jubilarse por apoyar los movimientos estudiantiles de los años 50 y decir en voz alta que un régimen que proclamaba "Muera la Inteligencia" tenía que ser tonto de solemnidad.

(*) El chiste de esto estaba en que parafraseaba por la Gracia de Dios, siendo su frase de una gracia al cuadrado. Chiste de científico agnóstico.
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DEL DIARIO DE D. LEÓN MARÍN.

TRANSCRIPCIÓN DE LA ENTREVISTA REALIZADA EL 27 DE FEBRERO DE 1923 A DON ALBERTO EINSTEIN KOCH POR EL PERIODISTA CRISPÍN GONZÁLEZ MIRASOL.

(La entrevista tiene lugar en la Suite del Hotel Real. Una sala grande en la que el señor Einstein ha concedido un tiempo al insigne colaborador del Diario Córdoba Crispín González, quien ha acudido vestido como un sportman inglés, en un inmaculado atuendo blanco del más fino paño galés que realza una piel requemada al sol de la holgazanería. Este se sienta de forma procaz, entorna la mirada e inicia, de forma inquisitorial, la conversación).

CRISPÍN: Errrr... Bon yur. Auf firenzen. Helou. Ij libi dij. Mister Instein. Guat...

EINSTEIN: Joven, no se moleste. A pesar de mi acento, entiendo y hablo español.

CRISPÍN: Entonces, ¿por qué sus conferencias son en alemán?

EINSTEIN: Mire usted, jovenzuelo. Cuando supe que iba a venir a España me planteé preparar mis charlas en su idioma. Pero no quise por dos razones, la primera es que quizás su idioma no está preparado para explicar ciertas cosas, y sí para otras. El alemán es una lengua más cercana al lenguaje matemático que la suya. Y yo necesito las matemáticas. La segunda razón, es la misma, con alguna variante, pero la misma. Es una vieja costumbre mía, tener las cosas por duplicado.

CRISPÍN: Pero usted aprendió español. ¿Lo hizo porque la consideró una lengua imperial?

EINSTEIN: Déjese usted de imperios que en mi tierra también sabemos de eso. Aprendí español porque otros alemanes quisieron leer El Quijote en su lengua original. Y ese ejemplo me gustó. Y la lengua, una lengua de hombres para hablar con hombres, para el arte y la literatura.

CRISPÍN: Entonces, ¿usted prefiere hablar en alemán desde su púlpito sin tener los pies en el suelo y que no lo entiendan? Considera borregos a los demás.

EINSTEIN: Tal y como lo plantea me convierte usted en una persona distante. Está usted equivocado. Y parece que un poco desinhibido. ¿Ha bebido?

CRISPÍN: Señor Einstein quiere usted ofenderme y no ofende quien quiere sino quien puede. Y le digo una cosa, como dijo Ulpiano, a menudo quien injuria...

EINSTEIN: Deje usted a Ulpiano en paz. Estoy seguro que ni lo conoce y que no sabe que durante siglos estuvo prohibido citarlo, de veces que habían abusado de él los malos estudiantes de leyes. Déjelo en paz.

EINSTEIN: Y mire, en atención a su país, respondo su pregunta anterior. No. No hablo desde un púlpito que me encumbre a mí, hablo desde un púlpito que encumbra la verdad de la ciencia. Y es asombroso, la gente, que no entiende nada de lo que digo, me mira con veneración, porque comprenden que asistimos a una nueva era, en la que el hombre se enfrenta al reto de entender el Universo con otras leyes. Leyes que no son las nuestras, de momento

CRISPÍN: ¿Qué es tan importante?

EINSTEIN: He tenido la suerte de descubrir algo que ha revolucionado el conocimiento. He descubierto un límite en el Universo, el que impone el viaje de la luz. Y que la energía y la materia son la misma cosa. Y también que lo son el tiempo y el espacio.

CRISPÍN: Es decir, que todo es relativo.

EINSTEIN: ¡Qué va, hombre!¡Qué va!. Los nombres de las teorías que expongo son las de la Relatividad General y la Relatividad Especial. No significan lo que usted dice. Casi mejor que hubiera usted entendido algo y hablado de viajes en el tiempo, curvatura del espacio tiempo, dimensiones paralelas y cosas así. Habría disculpado a un fantasioso, no a un necio.

CRISPÍN: Pero usted ha dicho que todo es relativo.

EINSTEIN: Pues no lo recuerdo. Es posible, y probable, que lo haya dicho alguna vez. Pero como he dicho miles de veces, dame pan, pásame la sal, siéntate aquí, o qué calor. Espero que mi fama no sea por ninguna de estas frases, por lo demás, nada originales. Es como si yo dijera que el orden del Universo no es producto del azar sino de leyes mecánicas y energéticas, y para poner un ejemplo se me ocurriera comentar "Dios no juega a los dados". No creo que nadie entendiese que Einstein dice que Dios ordena el Universo.

CRISPÍN: Ve usted algún paralelismo entre la situación de su país, Alemania, y la época de la República del asesinato de César por Bruto. Y de como Marco Antonio, Octavio y Lépido tomaron el poder como cuenta Shakespeare.

EINSTEIN: Lo primero es decirle que Shakespeare no era historiador y manipula la historia en aras del dramatismo de la escena. Lo segundo que no me interesa la política. Y lo tercero que me extraña que haya usted leído Julio César y lo compare con la situación dramática de mi país.

CRISPÍN: En realidad esta pregunta es de un amigo mío de Cartagena que ayer se fue a cubrir los acontecimientos de Sudáfrica.

EINSTEIN: Me lo temía.

CRISPÍN: ¿Cree usted, tras su visita a Palestina, que los judíos planean conquistar el mundo y que han provocado la Gran Guerra y la Revolución en la Santa Rusia junto a los bolcheviques como el inicio de su plan?

EINSTEIN: Joven, debería usted dejar de leer libelos como ese de los Sabios de Sión que de forma velada menciona. Y aprender algo de lenguas, porque mi apellido delata mi origen judío.

CRISPÍN: Entonces, para usted, ¿los judíos no son la enfermedad del mundo?

EINSTEIN: No.

CRISPÍN: Será porque usted es judío.

EINSTEIN: Será.

CRISPÍN: Lo siento, profesor, creo que usted es decepcionante, que da algo, cómo decirlo, de grima. Esperaba encontrar a un fornido teutón rubio y me encuentro con usted, un judío desaliñado que se inventó una teoría idiota mientras se aburría en la oficina de patentes. ¡Qué decepción!

EINSTEIN: Todo depende del cristal con..... Perdone. No. Todo es relativo.

(En aquel momento Don Alberto se levantó y cerró el biombo que lo separaba del periodista, al que despidió no sin que este le pidiera prestados veinte duros para el alojamiento. Se volvió a mí e hizo gesto para que dejara de grabar. Me pidió explicaciones sobre la entrevista y el entrevistador, y como fui franco y contesté la verdad sobre el Gobernador y las condiciones y prometí librarlo de una tarde de zarzuela o sainete, me tomó en estima hasta el fin de sus días y me consultó varios temas que yo había estudiado sobre radioactividad.)

Córdoba, siete de octubre de 1.956









lunes, 2 de julio de 2012

DIOS TAMBIÉN SE EQUIVOCA.

Y me dijo Dios, qué haces aquí a mi diestra, hijo, no has sido llamado y no sé si ese es el lugar que te corresponde. Y yo, que percibía que lo de saber viniendo de un ser Omnitodo no es sino una forma de hablar, contesté:

- Sea este mi sueño, sea esta mi conversación, sea este mi sitio.

Y conversamos:
- Debes saber que soy Dios Creador, el Omnipotente, el Omnipresente. Así que no solo estoy, y vivo, y habito todo el tiempo y el espacio. Habito, vivo y estoy en todos los mundos reales, imaginarios y oníricos. Pero a pesar de eso, de ser tu Creador, y, por tanto, ser creador de lo que tú crees y de tus sueños, te concedo en este tu, nuestro, sueño estar a mi diestra.

- Ahí quería yo llegar.

- ¿A dónde?, ¿a mi diestra?

- No. A que tú eres, y estás, en todo. A que eres Creador y titiritero de mi mundo, del que manejas los hilos.

- Claro.

- Entonces te recrimino, Dios, lo que haces. Lo que nos hiciste. Creador sin eliminar de nosotros la maldad y ubicados en un mundo del que no eliminaste las miserias.

- Así es. Quise crear seres como yo. Pero no pude. Yo, la Unidad y el Todo no podría dividirme. No podría pasar a ser la Multiplicidad y el Todo.

- ¿Lo intentaste?

- No. Y no quise. Solo me permití crearos a vosotros... y el misterio de la Trinidad.

- ¿Irresoluble?

- No para mí. Está en mi mente, en mi ser. Solo quien se funda conmigo lo sabrá.

- ¿Y quién será?, ¿todo el que muera y se salve?

- No, los que componen la Trinidad.

- ¡Vale!.

Pausa incómoda. Es un punto de la conversación en el que no hemos llegado a ningún sitio, parecemos dos desconocidos, pero si todo es como se dice que es, él debe conocerme.

- Claro.

La exclamación, con algo de sorna, me devuelve a mi sitio. Él lee mi mente.

- Tú fuiste el que una vez me vio en lo infinitesimal, en las partes del átomo.

- Sí.

- Bonita visión. También fuiste el que demostró que yo no existía a través de las propiedades de las matrices cuadradas, y de la inversa de una matriz nula.

- Sí.

- Graciosa, y cierta. Para salvarla tuve que dejar de ser la matriz nula.

- ¡Vaya!. Pero, al fin y al cabo, no podías ser nulo.

- ¿Sabes que te la robaron? El depechemode la publicó y dijo que era suya. Pero tuvo poca gracia y poca acogida.

- ¿Tuviste algo que ver?

- Estoy en todo.

- ¿También en lo malo?, ¿en la enfermedad?, ¿en la desgracia?

- Sí. El mundo es una creación imperfecta, ya te dije que solo puede haber una perfección. El mal existe, y debe equilibrarse.

- Pero, ¿por qué no envías el mal a los que lo merecen?, ¿a los que hacen el mal?

- Creo un equilibrio en el mundo. Mal para los buenos que pueden soportarlo.

- Lo siento, eso es mentira.

- Yo no miento - sonó con la voz de un trueno.

- Quizás, pero te equivocas. Y para quien lo es Todo, la equivocación es tan grave como un pecado.

- Y, ¿por qué dices que me equivoco?

- Mírame, recuérdame, recuerda mis pasado y mi futuro. ¿acaso no sabes lo que sé de la desgracia y el infortunio?

- ¿Te crees el más desgraciado?, ¿no conoces el mundo?

- No, no soy el más desgraciado. Pero no merezco ciertos calvarios. Y te digo que tampoco los merecen los que me rodean y sufren otras desgracias. Vidas rotas.

- No conoces mi mundo, mi mente, mis designios.

- No los necesito, te equivocas y no siempre envías un cáliz a quien puede soportarlo. Te equivocas, Dios, te equivocas.

- ¿Quién eres tú para hablarme así?

- Soy tu hijo. El que te tiene en su ser y en su creencia. En la médula de su ser, porque de ti me inocularon desde que nací. Y, aunque no existas, aunque solo seas mi sueño y el de muchos hombres, como tu hijo te hablo y te recrimino tus errores. Y te hablo con el derecho de quien tiene un ser y una existencia que no pidió. Tú, padre, eres el responsable del Bien. Y del Mal.

- Hablas de errores y el mayor error es el que tú cometes, convertirme en culpable. Pero, hijo, te perdono.

- No quiero tu perdón, no puedes perdonar mis errores, mis pecados y ser cruel con inocentes. Eres tú quien necesita el perdón de los hombres, el perdón del mundo.

Y, de repente, el mundo desapareció a mis pies.

Fundido en negro.




martes, 26 de junio de 2012

POEMA PARA MARTA

Niña de luna, niña de viento.
Niña de agua.
Niña del alba, niña esperada.

Podrías ser la jueza o la marinera.
Podrías ser.

Pero tú,
que vendrás a la mejor hora
del mejor día.
Serás tan solo tú.

Tu nombre podría ser cualquier nombre,
pero tu nombre,
será solo tu nombre.

Tú, que podrías traer mil panes...

Olvida los panes, olvida los nombres.
Olvida oficios y días.
Ven.

Niña de luna, niña de viento.
Niña de agua.
Niña del alba, niña esperada.

Niña.

EUROPA, EUROPA.

La imagen de la canciller Merkel celebrando uno de los goles de la selección alemana me atormenta igual que la de Rajoy en el partido ante Italia. Y no es solo por la poca gracia que tienen estos políticos y por el escaso futuro que tienen como animadores deportivos, tampoco la visión de Leticia y Felipe es mucho más agradable.

En Europa se juegan ahora dos importantes bazas, la de la continuidad del euro y la de la solidaridad entre naciones. Parece que se ha impuesto el pensamiento único, el que habla solo de recortes, recortes y esfuerzos, trabajo y sufrimiento. Parece que lo instrumental y accesorio como los indicadores de la prima de riesgo, las notas de agencias de calificación, las valoraciones de valores al cierre y la apertura diarios se han apropiado de nosotros, los que no sabíamos ni que existían. Y se imponen estas ideas sobre lo importante, lo que nos hará construir un espacio de derechos y libertades o un mercado de mano de obra barata para las corporaciones.

Y me recuerda lo que ocurria en Andalucía en el año 1996, cuando el Unicaja andaba por la final de la ACB contra el Barça. En aquellos días no era raro encontrarse con dos señoras, de las que toda la vida se han llamado maris, hablando en el super sobre el desequilibrio entre el juego interior y exterior, de la defensa en zona o al hombre, de las penetraciones de Babkov o de los triples de Ansley. Estoy seguro que ya han olvidado todo esto, la fama del baloncesto la ahogó el que siguió existiendo en otros partidos, con otras variables, en otros estadios. Y las señoras se quedaron sin su nuevo tema de conversación, al igual que mañana les pasará a los tertulianos, dentro de un año no sabrán nada de JP Morgan.

A veces, cuando veo estos partidos de futbol, debo abstraerme y pensar en que la idea futbolística alemana es más atractiva que la griega para evitar que mi corazón se decante por los griegos, tan rácanos en el futbol, tan machacados y humillados en los últimos años por el resto de países. E igual me ocurre con la selección española, es que no sé si quería ganarle a los franceses, y si Hollande y Rajoy hubieran asistido al partido lo habría tenido claro. Por suerte para mí, y para no sufrir un ataque de bipolaridad francófona, no hubo políticos en el palco y pude aburrirme con el partido. Pero es que esto es lo peligroso, y esto es lo que nos están haciendo, mezclarlo todo, mezclar los sentimientos con el miedo y la racionalidad, enseñarnos una crísis, anestesiarnos para que pasemos por el aro y adormecernos con el deporte. Porca miseria.

Y que conste. Sandro pertini celebró los goles de Italia ante Alemania como nadie. ¡Qué arte, pisha!.


jueves, 24 de mayo de 2012

CUENTOS DEL DÉFICIT CERO.

Pensaba en este cuento y el Gobierno lo recortó.

 Fin.

miércoles, 9 de mayo de 2012

CUMPLEAÑOS

Hace dieciocho años un despiste imperdonable acabó convirtiéndose en "Mucho más que dos". Debería haber reflexionado, si no lo hice entonces, sobre el significado premonitorio del título de aquel doble casette. Y han pasado años, dieciocho, si mis antológicos despistes no han contado mal.

Puede pensarse que pienso en mucho más que dos por la suma de nuestras hijas a la pareja, y la cuenta sale. Si tener la segunda hija no es igual al doble de tener la primera, sumarlas a la pareja anterior es ya un problema de cálculo complejo. Y no estoy yo, por cuadriculado que sea, para este tipo de cuentas.

El sabio señor don Antonio Morilla dijo aquello de que al fin y al cabo una cifra no es más que la suma de sus dos mitades, pero Inma, que por su aspecto sigue siendo la niña de la primera mitad, ha vivido ya mil vidas. Y sus años han dado para mucho. Puede mirar atrás con cierta tristeza y recordar. Y puede mirar atrás con cierto orgullo y recordar su fortaleza y el amor que ha repartido. Todo se le permite. No solo hoy.

Hay mucha gente que quiere que mire hacia adelante. Hay mucha gente que la necesita. Pero sé que ella a veces lo que quiere es no ser necesitada sino querida, y lo es. Y no solo por lo que da sino, tan solo y tan mucho, por lo que es. Te queremos. Te quiero.

Gracias por tenerme en una de las mitades de tu vida. Si insisto, haz la cuenta, en dos años estaré en las dos mitades.

Felicidades, ardillita.  



miércoles, 2 de mayo de 2012

ESPAÑA NO ES UNA MARCA.

Es verdad que vivimos en tiempos en los que 140 caracteres son demasiado para el lector. Y es verdad que vivimos en la era visual en la que tiene más fuerza un logotipo que una idea.
Quizás por eso, a fuerza de sintetizar, creemos que este país se puede resumir en una marca, en un logotipo de tres franjas.
Y nos olvidamos de que lo que hay detrás de esa marca cada vez es más delgado.
Antes de que a nadie se le ocurriera patentarla, España era un país que intentaba acercarse al modelo europeo. Y los que hemos crecido en la transición vimos cómo se podía perder el miedo a entrar en un hospital de la sanidad pública, cómo se acababan los privilegios infinitos de los altos funcionarios y de los burocrapolíticos, cómo era posible transitar por una red de carreteras decentes, escribir un libro y no morirse de hambre, pensar en voz alta, ser maricón, rojo, desnudarse en la playa, reivindicar el sexo, criticar el estatismo de la Iglesia, hacer una carrera, comprar una vivienda y vivir en paz. Y esas rayas rojas y amarillas cobraron sentido.
Este país se va a la mierda. Nada de lo que se consiguió, nada de lo que hacía la vida mejor va a conservarse, nada.
Y cuando intenten explicarnos que debemos revitalizar la marca España para que el logotipo de las multinacionales pueda verse en un photo-call de otro país, deberíamos pensar, no es eso.

No es eso.

Miré los muros

Miré los muros de la patria mía,
si un tiempo fuertes ya desmoronados
de la carrera de la edad cansados
por quien caduca ya su valentía.

Salíme al campo: vi que el sol bebía
los arroyos del hielo desatados,
y del monte quejosos los ganados
que con sombras hurtó su luz al día.

Entré en mi casa: vi que amancillada
de anciana habitación era despojos,
mi báculo más corvo y menos fuerte.

Vencida de la edad sentí mi espada,
y no hallé cosa en que poner los ojos
que no fuese recuerdo de la muerte.

Francisco de Quevedo
(1580-1645)

miércoles, 21 de marzo de 2012

RECORDAR.

Como un susurro y una sombra.
Tan solo un susurro y una sombra.

Así, como el viejo espectro,
el amigo perdido,
o un truco de magia desvelado,
es el recuerdo.

Un susurro.
Una sombra.

viernes, 17 de febrero de 2012

MARATÓN

Según mi reloj, por lo menos el tercer reloj que he usado para hacer deporte, desde noviembre de 2009 he cronometrado 334 horas de ejercicio. Es verdad que de esas 334 horas debo restar las dedicadas a nadar o a la bicicleta, éstas últimas escasísimas, entre otras cosas por culpa de un hidep. que me afanó mi bonita bici nueva. Pero como también mis hijas me han borrado algún que otro registro de la memoria del reloj puedo pensar que, una por otra, las cuentas salen bien. Y si estimo en una media, razonable y conservadora, la media a la que corro en unos cinco minutos el kilómetro, saldrían unos doce kilómetros por hora y unos 4.000 Km. en dos años, restado el tiempo de lesión, unos 40 Km. semanales.

Puestos a hacer más cuentas y, pensando en el tiempo que hace que empecé a correr, la maratón anterior, las medias maratones y las carreras populares, estimo en cerca de 10.000 Km. lo que he podido correr durante mi vida.
Todo eso, los 10.000 y los 500 km. corridos durante los últimos meses no valen nada para el domingo. Para la carrera a la que se encaminan la ilusión, el miedo, el esfuerzo y el entrenamiento. Porque si algo he aprendido de esta carrera es que cada una es un mundo. Y que necesita de una preparación previa, de un esfuerzo muy alto para tener garantías y fuerza para acabarla. Pero, nunca, seguridad.

Si alguien lee esto y va a correr su primer maratón que no se desanime, si se ha preparado acabará, pero que lo sepa, cada maratón es como un bautismo de fuego. Yo voy a hacer el tercero, o la tercera (1), y estoy igual que el primer año.


El mito y la leyenda sostienen la magia de esta carrera. Nació tras una batalla en la que los antiguos griegos se libraron del yugo persa. Resulta que con esto libraron a Europa del yugo asiático y que ahora, los europeos, queremos que Grecia salga de Europa. Pero el soldado, Filípides, ¡cómo olvidarlo!, voló hacia Atenas por una llanura pedregosa para que sus habitantes conocieran la victoria y no quemaran la ciudad. Es cierto que murió tras la carrera, pero Atenas, hasta los turcos y los ingleses, sobrevivió.

La imagen de Bikila descalzo sobre el suelo de la Via dei Fori Imperiale forma parte del imaginario colectivo. El descendiente de los esclavos coronándose emperador en la noche romana.

Y los gentiles 195 m. que separan la valla del palacio de Buckingham del porche cubierto fueron el añadido condescendiente y galante para que no se mojaran las damiselas de la familia real británica. Aun así, hasta en las repúblicas se tiene que correr ese corolario en el que tardaré un minuto. Y no seré nada monárquico.


Es mucho esfuerzo. Mucho. Esfuerzo y tiempo el empleado Y como durante la travesía que supone la carrera no quiero pensar en nada que no sea el esfuerzo, las piernas, los brazos, el avituallamiento, pienso ahora en las noches de frío, en la lista mil veces repetida de canciones repetidas, en la soledad de la carrera, en las estrellas, en el hogar que se deja atrás cada día, en el adiós diario a mi mujer, con la que no compartía el tiempo del asfalto... todo eso se arrastra. Pero al maratón, a la maratón, se llega sin ataduras.


Con tan solo 42.195 m. por delante. Contra el tiempo y el gris asfalto.


(1) Sobre si es el maratón o la maratón no lo tengo claro. Aquí me alejo un poco de la norma académica que establece Lázaro Carreter en El Dardo en la Palabra y creo que es mejor dejar libertad en el género. Al igual que ocurre al referirnos a muchas ciudades de las que decimos que es bonita, como si fueran mujeres, o, algunas veces, feo, véase el ejemplo, Madrid es feo.

miércoles, 1 de febrero de 2012

WOODY ALLEN QUE ESTÁS EN LOS ALTARES.

Hay personas que somos pretenciosas por naturaleza y decimos apreciar el Arte, y solemos despreciar la artesanía. Eso suele ocurrir entre los que nos damos por entendidos en cualquier materia, olvidamos un elemento primario, el goce o el gusto, y nos decantamos por los superfluo, por los adornos, por la grandilocuencia.

El otro día pude, al fin, ver Midnight in Paris y me gustó. Se trata de un pequeño cuento acerca de un escritor que transgrede las leyes del tiempo y viaja en taxi al pasado cada noche. Un bonito cuento en un bello escenario. Una película ejecutada con la maestría de un genio que sabe, con el tiempo y el buen hacer, contar una historia.

Los comentarios que escuché sobre la película me llevaron a pensar que estoy fuera de una órbita, la de la moda. Y debe ser que haber pasado la cuarentena me permite moverme en mis propios cánones y gustos. Pero me molesta la ligereza con la que se dice que Woody Allen solo hace la misma película y vídeos de promoción turística desde hace tiempo o que a Woody Allen se le perdonan muchas cosas. Me molesta porque quienes lo dicen me recuerdan a veces a masoquistas pasados de rosca que solo encuentran placer en una nueva vuelta de tuerca, en que se retraten el peor de los submundos, las pasiones más aburridas, la música más chirriante, un mundo más feo. Y es que las pequeñas, las viejas historias, las fábulas y mil cosas como los cuentos, los poemas, las canciones, a veces bastan con que conecten con nosotros, aunque sea en una palabra o en un verso, para que sean geniales. O, quizás, y más importante, para que nos gusten.

La cámara de Allen nunca, o quizás solo en Zelig, ha sido experimental en lo formal, encuadres clásicos, planos secuencia, montaje claro y lineal. Lo revolucionario de Woody Allen ha estado siempre en el guión, en la interpretación, en la habilidad de contar siempre la misma historia, de reírse del mundo y de sí mismo y de conseguir engancharnos. Y Midnight in Paris, La Rosa Púrpura del Cairo, Acordes y Desacuerdos son pequeños cuentos que se alternan en su duda existencial, en su acercamiento y su alejamiento continuo del judaísmo, del miedo a la muerte. Son como pequeñas variaciones en una melodía madre, como una pequeña composición de jazz al estilo de Nueva Orleans.

Desde hace unos años ha descubierto un mundo fuera de Nueva York, una serie de ciudades faro a las que ha trasladado sus historias, unas veces con un acierto extremo, Londres o Venecia, Match Point o Todos dicen I love you. Otros fiascos como Barcelona. Y es que parece que como a los viejos Kurosawa y Billy Wilder ya nadie le financia películas en América. Una lástima.

Pero el astuto Allen lo sabe, sabe que lo criticarán, que dirán que está viejo, y se ríe de ellos en esta película. Ahí está el pedante. El que, sin saber muy bien lo que dice, no sabe decir si le gusta o no un vino, sino que prefiere uno con un toque más de tanino. Pues … (termínese aquí con rima).

Y yo, si fuera parisino, le daría un beso a Woody Allen. Por si acaso pongámoslo en los altares, antes de que venga Vicente Aranda y lo convierta en un actor porno o un director coreano lo martirice ante las cámaras.

Por el bien del cine.

GARZÓN.

Lo primero es creer en la equidad de los jueces del Tribunal Supremo, por mucho que cueste creer en la independencia de una decisión en la que no ha habido fisuras y que se conocía de antemano, hay que pensar que los jueces han actuado primando el respeto por los derechos del encausado y el principio de habeas corpus.
Claro que en este caso también Garzón es un encausado y parece que no ha tenido la posibilidad de presentar las pruebas necesarias para su defensa. Y claro que se conocen precedentes de escuchas que han sido declarada ilegales, no se han tenido en cuenta en la causa, y el juez ha seguido con el mismo caso, el mismo puesto, la misma sala... Y hay que creer en la justicia y en los jueces porque de haber juzgado ellos a Camps, dejaron claro que lo habrían condenado. Pero es el caso de un juez, un pequeño juez que no se ha metido nunca con ningún político, pecata minuta.

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Lo sorprendente es que los sectores más derechistas y reaccionarios hayan celebrado la condena a Garzón como si hubieran ganado la Champions, curioso.
Y es más curioso que condenen a Garzón por vulnerar un derecho fundamental del individuo, el derecho a su defensa. Curioso, porque justo Manos Limpias está en contra de que este juez investigue la vulneración de un derecho fundamental como no hay otro, el derecho a la vida.
Dentro de este cúmulo de curiosidades, a cual más o menos curiosa, está el curiosísimo hecho de que la izquierda cuando le toca, y en contra de la idea fundamental del interés general por encima del individual, hace una exaltación de los derechos individuales, de las libertades propias del individuo frente a la necesidad del estado o de la sociedad. Y es curioso que la misma derecha que pregona, pide y solicita la pena de muerte, que cimenta sus tesis económicas en el liberalismo más feroz, cuando toca acude a la razón de estado, a las libertades más revolucionarias, a condenar los métodos contra la libertad, cuando poco antes ha solicitado el endurecimiento de las penas a los condenados, castración química y no sé cuantas más barbaridades... Cuando menos resulta curioso este, nuestro país.
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El descubrimiento de que la raya que divide lo bueno de lo malo es variable y que la mueve a su antojo el que esgrime un argumento contra el otro, al igual que yo hace años moví la línea de un partido de fútbol playa convirtiendo un penalti de libro en una falta al borde del área, lo realicé hace años, muchos. Al margen de lo que sufrí como persona con criterios que cambiaban para que otros fueran los beneficiados, recuerdo con claridad los tiempos duros de ETA. Aunque decir tiempos duros y ETA es reiterativo, si existen cualquier tiempo es duro, me refiero a los años en los que asesinaron a más personas. En aquella época se hablaba de aplicar la solución alemana a los Bader-Meihoff, dejar que se fugaran y aplicarles una sumarísima ley de fugas. O la solución británica en Gibraltar, tiro en la nuca directo y sin mediar palabra.
Pues bien aquellos que hablaban de ser también asesinos de una u otra forma, fueron los que con mayor vehemencia alzaron su voz para denunciar la trama de los GAL.
Y es cierto que existió, pero la mayoría de los que la denunciaron, no defendían ni a nada ni a nadie, tan solo atacaban al gobierno socialista.
Curioso, pero es un asunto que todavía está pdte. (y con esto, que quede claro, quiero decir pendiente, no presidente, faltaría más).

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Y el ya difunto Fraga que ha sido rehabilitado y reconvertido en un Padre de la Patria, en el Señor de la Constitución. Curioso que un hombre con su experiencia, su inteligencia y el enorme conocimiento que tenía de las leyes y del legado jurídico y la tradición normativa romana, napoleónica y germánica, jamás fuera considerado el adalid de las libertades que ha resultado ser una vez muerto.
Es curioso que pase lo que pase, las leyes, que se asientan en una tradición de siglos, mantengan su espíritu, y que no es otro que el conseguir que la rueda del poder siga rodando y en propiedad de los mismos, y que aplaste a quienes se interponen.
Y los aplasta sin saber nadie qué hace que se muevan ni cómo se mueven, pero como se mueven y han de moverse así, te aplastan, dicen los jueces.
Curioso.

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En la calle Julio Pellicer de Córdoba había una pequeña panadería a la que mi madre me mandaba a comprara el pan los sábados.

Un sábado de febrero se me coló un hombre, yo, pequeño, estaba callado y la dependiente se lo hizo saber. Se nos había colado a mí y a otro señor mayor.
- Pues que espabilen. El niño tiene que hacerse un hombre y pelear. Y el rojo este que se calle. ¡Hay que ver! ¡Que me he colado, yo! ¡El jefe de Falange!
- Mire usted, lo siento. Dígame qué le despacho.
- Te voy a decir el qué. Pero antes te voy a contar lo que hicieron los rojos, que cuando liberamos Málaga habían convertido las iglesias y la Catedral en pocilgas donde tenían las bestias y los cerdos. No habían dejado ni hostias ni vino en ningún sitio y tuvimos que comulgar con pan duro antes de darles lo suyo. ¡Qué vergüenza!, mujeres divorciadas, con niños y sin casar. Unas putas, eso es lo que eran las de allí. Y ellos unos maricones cobardes.
Dame una telera y un pan bombón.
El hombre, el rojo, estaba con la cabeza gacha, y solo una vez que se habían ido el falangista, su bigote y sus gafas de sol, empezó a llorar. La muchacha le preguntó por qué no había protestado antes, por qué lo había dejado que lo llamaran rojo. Y el hombre contestó.

- A mi madre y a mi hermana las mataron en la carretera camino de Almería. A mi me crió mi abuela y Don Antonio, el que se acaba de ir, me lo recordaba cada día. Cada vez que necesitaba trabajar, moverme y, hasta para casarme, tuve que pedirle permiso, acudir a él, al Sindicato y rogarle. Por miedo. El que no tuvo mi padre hasta que le dieron el paseo.
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Y Garzón es culpable, sí. De muchas cosas, la principal de no haber sabido llegar hasta el final, de quedarse a medias y de no haber sido más listo que ellos.

Y también es culpable de mi caída de la bici. De aquel día que ordenó la detención de Pinochet y yo con las prisas, la emoción y la ingenuidad de pensar que pagarían su culpa los culpables y un niño jugaría en una alameda, me tragué una glorieta a cincuenta por hora.

Curioso lo que se consigue cuando se cree en la gente. Una caída.

miércoles, 11 de enero de 2012

MARTA Y EL VIENTO.

Como sabe sentarse Marta en la encimera roja de la cocina no sabe sentarse nadie. Es cierto, una magia antigua la hace apoderarse desde ese trono de la estancia. Y es posible que de la casa.

Cuando ella se sienta a ayudarnos a cocinar, el tiempo transcurre más deprisa y más despacio a la vez; Marta canta, charla, come, prueba, extiende el tomate o hurta el queso en un instante que no acaba nunca. Y consigue, desde una altura no superior a mi costado, asemejarse a un surfero distraído que desde un acantilado vigila que Eolo le envíe la ola perfecta.

Sé que su pelo de rebelde lo mueve un viento que va con ella, que ensortija el cabello rizado de Carmen y que nos mueve a Inma y a mí como a las velas de un navío que no navegará sin esa animosa brisa. Lo comprobé un día sentado en el sofá, mientras las esperaba. La casa era un remanso de silencio y de quietud, que se transformó en otra cosa desde el mismo momento en que se abrió la primera rendija y penetró su brisa.

Bóreas y Céfiro, Carmen y Marta, vientos de pequeños aguaceros y suaves brisas de primavera.