viernes, 28 de diciembre de 2012

CRÓNICA DEL FUGITIVO.

Supimos de él a través de de las redes sociales. El fugitivo huyó de nosotros y de todo, salvo de sí mismo y de su incansable verborrea y forma de llevar la contraria a todos. Unos días antes habíamos descubierto como se había ido desprendiendo de todo lo antiguo. Y era obvio que nosotros estábamos en ese conjunto de cosas antiguas.

Nadie imaginaba que día tras día deshiciera todo lo hecho, retornara por todos los caminos emprendidos alguna vez y cortara todos los lazos que lo ataban a algún pasado. De unos se despidió con un escueto adiós. De otros tomando unas copas y de los demás no se tomó la molestia.

Embarcó. No es que fuera gran cosa el barco pero valía para aislarse. Hasta que al abrir la bolsa de la comida descubrió su móvil y el cargador. Durante días pensó en lanzarlo al mar y una mañana estuvo a punto. Mirando el teléfono antes de tirarlo recibió un whatsapp. La antena del sistema de localización le proporcionaba cobertura. Sin abrir el mensaje se metió en la cabina de popa y acarició la superficie lisa del teléfono.

Ahora solo sabemos que navega sin rumbo conocido. Que escribe sin ton ni son y que opina de todo. Del pescado que comió, de la cebolla liofilizada que usa, de la maroma que ata la vela que en realidad se llama jarcia, de las dársenas de los puertos... 

A veces habla de la soledad que siente, de lo que ansía fondear en algún puerto. Y entonces, solo entonces, lo entendemos.