miércoles, 20 de febrero de 2013

EN EL LADO DEL CONTRARIO

El día que escuché la palabra empatía, tal y como se explica, ponerse en el lugar del otro, decidí hacerla mía.

La ocasión llegó pronto. Tan pronto como llegan los conflictos, tan deprisa como un vendaval de problemas. Y decidí ser empático.

Me imaginé a un lado de una mesa y al otro lado a mi contrario, al que para tener fuerza en mis argumentos hasta ese día traté como mi oponente. Y me imaginé pensando en lo que él pensaría en cada una de mis argumentaciones. Y me imaginé contestando como él y como yo. Y como yo imaginaba que mi contrario era bueno, por tanto debía ser empático, entonces él pensaría en lo que yo, a mi vez, estaría pensando. Y yo estaría pensando en lo que él debería estar pensando sobre lo que yo pensaría. Y así estuve, como la flecha a la que siempre queda la mitad del camino. Paradoja que nunca entendí ni con la flecha ni con la pobre tortuga.

Sí. Fue más fácil imaginar un tablero de ajedrez. Yo con blancas y mi contrario con negras. Y solo supe hacer la primera jugada sin pensar, adelantar un peón. Luego me imaginé en el lugar de las negras, pensando en lo que debería hacer para contrarrestar el movimiento del peón, sabiendo que el contrario de ese momento, yo mismo, el de las blancas, movería un alfil si yo, el otro, adelantaba el peón del alfil y que movería un caballo si era otro peón. Y pensaba y movía condicionado por la condición impuesta por la condición a la que yo imaginaba que el contrario se había condicionado por mi apertura. Y así la partida de ajedrez se movió de lado a lado del tablero, sin avanzar, sin  riesgos, sin ataques ni sorpresas. Y así ni siquiera hubo tablas sino un baile de piezas por el tablero, una extraña concordia en la que los peones blancos y los negros jugaron a la pelota usando de porterías las torres, la realeza realizó un picnic y los caballeros alfiles conspiraron en una esquina del tablero. Y los caballos, por fin, retozaron.

Y fue tal mi ensoñación. Y fue tal mi empatía, que el tablero de ajedrez se materializó. Y yo me movía de un lado a otro del tablero, todo hay que decirlo, ante el asombro de mi oponente, el pobre antiempático, que no podía imaginar lo que yo hacía. Y ante la consternación del juez quien resolvió a favor del otro, no por no hacer caso a mis argumentos, que eran los míos y los contrarios, las respuestas a los contrarios y las réplicas a la respuestas, todo eso a la vez, y, en suma, nada. No, el juez resolvió a favor del contrario, que supo no ser yo, por aplicación del principio de indeterminación de Heisenberg. Y sentenció : "Es posible saber donde está la parte y es posible saber qué argumento muestra, pero no ambas cosas a la vez".

lunes, 4 de febrero de 2013

CAMISAS Y TRAJES

Ni siquiera nadie los llama documentos, sino papeles. Los papeles del pepé.

Es posible que sean un fraude. Deberíamos admitir esta posibilidad, pero en este estado de las cosas, es difícil pensarlo.

Me asombran cosas de esta documentación, muchas cosas. Casi lo primero que pienso es en qué razones tienen estos cargos públicos, que en su mayoría cobran salarios jugosísimos, para ocultar una cantidad, para ellos, menor. No creo que el objetivo sea ocultar nada al fisco, más bien parece una maniobra para ocultar la existencia de dinero que no debería llegar a la cuenta de ningún partido. Algo  ilícito e inmoral y que como un secreto ha sido repartido, no para el partido, sino para algunos de los del partido. Y es significativo que quienes han alzado la voz para verificar algún pago han sido solo los que han cobrado cantidades menores o los que les han dado un fin claro o lo han tomado como un préstamo.

Me asombra también que se desvele esto a un periódico. Cualquier imputado en un caso de este tipo daría al juez o al fiscal esta documentación con el ánimo de pactar una pena reducida. La intención parece clara, si fuera documentación falsa es la de hundir el prestigio del diario que las publica. Como ya pasó con Der Spiegel y los Diarios de Hitler. Imaginemos que fuera información veraz, secreta, pero cierta; el abanico se abre y aparecen algunos nombres, algunas conjeturas, venganzas internas, retorcidas conspiraciones. Pero quien haya sido el que las ha revelado, ha querido que fueran publicadas, que su repercusión fuera la mayor posible. Y esto suena a venganza, a moriré matando; o a mí me hicistéis esto, ahora vais a pagar; o en una maquiavélica conjura para que algún lider caido vuelva por sus fueros como salvador y regenerador del partido y de la clase política.

Es raro ver como este asunta afecta solo a personas que tienen una situación acomodada. Que cuentan con un rico patrimonio famililar y que no necesitan de los ingresos por su trabajo para llevar una vida aburguesada. Es raro porque no estamos hablando del lucro indecente del que tiene cuentas en Suiza, sino de la miseria por la que se corrompen. No estamos atacando a los que se corrompen con tal de mantener un sueldo que es su sustento de vida, o el que le permite acceder a una vida un poco más fácil. Hablamos de personas que pueden considerar este dinero oscuro como un extra para caprichos. Es raro porque, aunque el destino de este dinero fuera gastos de representación, viajes, comidas, trajes o corbatas, obligaciones que su actividad pública condiciona, de alguna manera entienden que esto va por cuenta de los demás, que su manutención e imagen corren por cuenta de todos, que ellos ya tienen bastante con figurar. Y es raro porque desde su posición defienden que los políticos no cobren, con lo cual, ¡ay, jacobinos!, tan solo quienes tengan una vida asegurada por la familia o el matrimonio podrán dedicarse a la política, a servir a los demás. Mala cosa predicar la austeridad, implantar medidas populistas y estar podrido a causa del dinero. Y de la infamia.

No creo en los movimientos espontáneos que piden una regeneración absoluta de esta democracia. Me dan miedo. No sé qué se oculta tras ellos. Y no creo, por más que todos los indicios conduzcan a ello, que todos sean los políticos sean iguales, ni que el sistema no pueda funcionar. Por increíble que parezca, pienso que hay todavía ideales, vocación de servicio y honradez. Al menos un indicio de que algo hay es que sobresale parte de lo que ocurre y esta parte se está haciendo pública. Soy pesimista y pienso que quedará en poco lo que de aquí salga; serán apartados algunos políticos de aquí y allá, tendrán una condena leve, y, con el tiempo, volverán a sus feudos a hacer lo mismo. Respaldados por los que no hayan sido condenados, porque habrán servido de escarnio público y limpiavergüenzas, y sabrán que los demás siempre les deberán sus silencios. 

Es triste que en la situación de ruina que vivimos tengamos que ver el expolio constante; el cambio de favores por bolsos de marca, por tratamientos de peluquería, por viajes en cruceros horteras, por satisfacer las más ardientes fantasías de marujas y marujos. Porque no es otra cosa sino vivir como personajes de telenovela lo que consiguen.  

Quizás alguien debería escribir algún manual para políticos, al modo de las vidas de santos. Y en él incluir discursos y dialéctica en las Cámaras, valor ante los asaltantes, pulcritud y honradez, ejemplos que se pueden sacar no solo de la democracia griega, de los senadores republicanos romanos, del parlamento revolucionario francés, del inglés que frenó el absolutismo,... También hay ejemplos y, muchos, del Parlamento y del Senado español. Sin ir más lejos, la de un Presidente del Gobierno, que en el siglo XIX vivía en el edificio de las Cortes, quien había reunido a un grupo de periodistas a mediodía, que no lo dejaron ni un segundo durante varias horas y que, muerto de hambre, tras comprobar que todos los periodistas habían almorzado pidió a un ujier que bajara al café más cercano y encargara para él un filete con patatas, vino y café para todos. La primera sorpresa de los periodistas fue comprobar como aquel Presidente no contaba con un cocinero y sirviente propios. La segunda fue ver como al llegar el camarero, el Presidente abríó su chaleco, sacó un duro de su bolsillo y pagó con él. Nadie habría imaginado comida tan frugal para un alto mandatario y, menos, que él mismo se pagara su manutención.

Ejemplo para muchos políticos. Pero alguna vez deberían dejar de pensar en los trajes y leer.