jueves, 23 de octubre de 2014

VERNE EN LA TORRE EIFFEL

La segunda planta de la Torre Eiffel ofrece una magnífica visión de París. Es sabido que este recinto privado alberga un lujoso restaurante que regenta Ducasse. Pero pocos conocen que el contrato de la concesión contiene dos cláusulas inamovibles, el nombre del restaurante, Jules Verne, no podrá alterarse y siempre habrá un pequeño rincón frente al mirador oeste reservado a determinado señor. Este hombre acudirá cada tarde a tomar allí café frente a la cristalera, desde donde, de forma callada, rememorará todas las obras que cree que ha escrito y los viajes que imaginó. Este hombre sueña con escribir, pensando que será hacerlo de nuevo, que nació en Nantes hace casi dos siglos y que vislumbró una nueva era en una época aun oscura. Sentado en un cómodo sillón siente a diario el cansancio de Nemo y de Robur, y la valentía de César Cascabel o del correo del Zar. Sobre todo se siente como Grant, el capitán, esperando a que sus hijos den con él.
Por si acaso va usted a París, no deje de pasar alguna tarde por allí y espere. Es posible que sea el día en que la Torre Eiffel emprenda, como la nave que es, su camino hacia las estrellas. Hacia la aventura infinita de ese señor del que nos cabe la duda de que no vaya a cumplir 187 años.
No se preocupe, a pesar del azaroso trayecto, comerá usted bien. Muy bien.

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