lunes, 1 de diciembre de 2014

UNA DECISIÓN POST DIAGNÓSTICO

Había escrito cien veces: te quiero. Es más, juraría que podían ser millones. Lo había hecho con todas las caligrafías posibles, alternando los bolígrafos de tinta azul con los de negra y con rotuladores de mil puntas distintas. Imaginaba que cada letra correspondía a un hombre diferente: al contable alto y aseado, al médico con posibles, al poeta nihilista e incluso al político voluptuoso. Entonces, cuando hubo acabado, introdujo los innumerables papeles en innumerables sobres, escribió en ellos su propia dirección y los envió por correo.
Años más tarde, al releer las cartas, su Alzheimer habría de completar el hechizo.

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