jueves, 24 de diciembre de 2015

LA ESTRELLA DE LA NAVIDAD.


Van a ir a comprarse un vestido nuevo y un helado; anoche, día 23 de diciembre, tras las noticias, se sentaron en el antiguo salón de casa y ambas hablaron de muchas cosas. Fue tan grande el repaso a las vidas de familiares, de amigos, de vecinos, de los maridos que, como buenos hombres, con los años se habían vuelto más niños, de los edulcorados fracasos de los hijos, que bromearon diciendo que aquello parecía un velatorio.

Las dos hermanas habían vuelto a su casa para finiquitar la herencia pero aquella novedad lo cambiaba todo; tras el desconcierto, tras la certeza de que no tendrían tiempo de volver con sus familias presentes, decidieron volver a la familia pasada, quizás al día más feliz de sus vidas y regalarse con lo que su madre aquel día les obsequió. Recordarían al padre y a la madre en cada cucharada de aquella fresa ácida, en el olor y el apresto de la ropa nueva. En eso se resumían al completo sus vidas; en eso quedaría para ellas la historia de la humanidad.

Según las noticias, Melancholia acabaría con todo al día siguiente.

martes, 17 de noviembre de 2015

EN EL NOMBRE DE...

DIOS.

El frío de la sierra es incombatible, el viento que ulula entre los olivos agrestes, entre los alcornoques o las encinas, arrastra parte de la rabia de estos árboles, incluso la maldad de algunos tarajes y hace inútiles los trapos que envuelven la carne. Si estos trapos, además, han asistido a varios combates entre la milicia y el ejército, a duras penas los han sobrevivido, llevan sobre sí el olor del miedo y de la muerte, el roce con la piedra y el terrón, poco habrán de hacer para contener el frío. Eso, por no pensar en las tristes alpargatas que cubren, siendo generosos en el significado del verbo cubrir, los pies encallecidos y llenos de sabañones.

Pero el temblor no es de frío. Mientras el cura, vestido de paño negro, este sí más grueso, más recio, protector, va sermoneando con atiplada voz de cinematógrafo, y va indicando que pronto se enfrentarán al Creador los que mancillaron su nombre, los que lo insultaron, este hombre de camisa gris, que otrora quiso ser blanca, piensa en el ayer. Recuerda el día en el que le dijeron, ahora eres libre, ni trabajarás para el señorito, ni servirás al cura, y el guardia civil trabajará para protegerte. Y no lo quiso creer, pero al tiempo llegó un maestro al pueblo, y enseñó cosas de las que jamás hubo oído; y habló de lugares en los que el hombre había conseguido echar a los reyes y a los capataces, y en los que los trabajadores tenían derecho a un sueldo, y a una casa, y a una familia, y a pensar, y a soñar. Y los domingos soñó con que hubiera baile y en llevar allí a su novia, a la que pediría que fuera sin la necesidad de hablar con padre alguno, a la que besaría sin pensar en nada más en que si ella consentiría el beso, con la que yacería, amor mediante, sin pasar por iglesia alguna que le diera permiso.

Porque jamás entendió que, a la misma vez, le hablaran de Dios y del infierno, de la pobreza de Cristo y de la bondad de la duquesa, de la igualdad de los hombres y del sometimiento a los ricos y a la Iglesia, de la castidad y del ayuno mientras el cura merienda, cual buen cura, chocolate y picatostes servidos por esa hermana que tan poco se le parece y a la que todavía no se le conoce habitación propia en la casa del clérigo. Porque jamás este hombre entendió que Cristo lo hubiera salvado de nada, pues él vivía en la pobreza de la que no le había rescatado, en la miseria y en la inmundicia como otro puerco de la dehesa más, en el hambre que lo devoraba como una serpiente interior.

Siempre se consideró un buen hombre, como había oído decir al maestro en unos versos, un hombre, en el buen sentido de la palabra, bueno. Si ha matado, ha sido en esta guerra, frente a frente, fusil frente a fusil; nunca ha robado nada, pues si mató un conejo, o cogió un zorzal con las trampas, fue para alimentarse, para calmar la desazón de días sin pan; si deseó algún mal fue a los que le hacían el mal, a los que le trataron como un perro, dejándole sus sobras en una espuerta; si pegó al cura fue cuando este quiso manosear a su novia.

Ahora escucha los latinajos de este cura, el mismo al que abofeteó, el mismo que el día que quemaron la iglesia proclamaba delante de él y del resto de milicianos que están con él en esta fila, que se había convertido en el compañero Millán, que había que quemar los santos, acabar con la iconoclastia, con las imágenes, con Roma.

Y es en este domingo, de día, antes de la misa de doce, cuando han decidido fusilarlos. Como escarmiento, dicen. Para callarlos, piensa él. Y el cura levanta el hisopo y les dice, arrepentíos, vais a morir por ofender a Dios, a la Virgen, por enfrentaros a esta Cruzada, por permitir que el comunismo entrara en nuestro pueblo, ¡el comunismo, ese demonio rojo!, arrepentíos, pecadores, arded en el infierno. Y este domingo, el hombre olvida que le han cortado la lengua, que no puede ni hablar, ni arrepentirse en pública confesión, como le piden, que es mejor usar sus recuerdos para rememorar el día en que se sintió libre, cuando llevó a su mujer a una casa y le dijo, mujer, esta es tu casa, mujer, esta es mi casa, si quieres, tú y yo, viviremos aquí, juntos, de igual a igual, solos, sin ataduras a hombres, a papeles o a dioses, sin crucifijos, ni santos, ni reyes, y el momento en el que un beso selló la unión de ambos, y escuece la boca, escuecen los labios, no por las amputaciones y laceraciones del cuchillo rifeño, sino por la absoluta certeza de que no habrá más besos, más momentos de libertad.

Y el tránsito es como si se hubiera detenido el tiempo, como si el reloj hubiera marchado al ritmo de la eternidad, y los disparos de fusil revientan como flores grises en sus cañones; no pasan por la mente de este hombre más momentos de su vida, no hay más secuencia que recordar, se abren ante él las puertas, ya no del infierno, ya no de la eternidad, sino las negras puertas del olvido, las de la fosa común y la cal viva en la cuneta de alguna carretera, en donde serán, por la gracia de Dios, escondidos sus huesos.

martes, 27 de octubre de 2015

NUESTRAS ATADURAS.

Vuelven a ser invisibles las líneas que nos unen como lo fueron las fuerzas que un día nos atrajeron. Miro tu mano, tu pequeña mano, que no ha podido retenerme. Me invade el terror a la caída, el miedo al adiós me paraliza. Y son finos, cada vez de mayor longitud, cada vez más delgados, los hilos entre tú y yo. Acaricio el guante que se te ha escurrido, sintiendo que es lo último que tendré tuyo. Te miro al borde del abismo por el que caigo y te pido que des la vuelta. Quiero desaparecer solo, sin que me mires, para no volver, en el fondo de este barranco.

viernes, 16 de octubre de 2015

EL COCHE DEL SILENCIO. LA CARGA DE LA CABALLERÍA LIGERA.

Tras la carretera, la última carga. 

Calmar la fiera, ¿es lo que deseo? No sentirme pisoteado, ¿será esto? ¿Reafirmarme a través de mis gustos? Quizás es esta la opción más probable, en la que los Silvios y Aute, el rock de Barricada o Rosendo me acompañan; en la que transporto la poesía de Pedro Guerra y Ferreiro, la belleza de Love of Lesbian y de Vetusta Morla, el duende de Camarón, la fuerza de Miguel Poveda y las historias de Videodrome...

El animal, la bestia, vigila debajo de nosotros, los que serpenteamos su vientre escamado, su piel de alquitrán. Las notas retumban sobre él y sé que bajo los párpados cerrados a cada estribillo de Ça plane pour moiEn blanco y negro u Ojalá entra la luz. Es solo un fenómeno físico, cada onda sonora los mueve un poco y la luz, como buena onda que es, mejor que la sónica, encuentra su momento para desplazarse e impresionar las retinas. Sé que es tan solo eso, pero también sé que sus dueños deben presionar con fuerza estas membranas para impedir que la luz sea más rápida que ellos y que los borre una luz cegadora. Eso es ya una victoria de la belleza.

Y es la carga de la canción ligera, a caballo, con la energía de los cosacos, con la elegancia de jinetes del alba, Cavalleria Rusticana. 

EL COCHE DEL SILENCIO. EL DOCE DE OCTUBRE.

El doce de Octubre. 

En el deambular por los kilómetros y la música dodecafónica recordé la batalla entre la banda de música de Salteras y una orquestina marroquí.

Era la clausura de la Exposición Universal de Sevilla, un doce de octubre de hace muchos años. El pabellón de Marruecos había abierto las puertas a media tarde para todos, se visitaba con placer aquel recinto africano lleno de azulejos y agua, y cuando servían té y algunos pasteles a algunos afortunados que allí quedábamos, entró la banda de Salteras, música en mano, con Paquito el Chocolatero modulando su entrada en fila de a uno.

Aquella banda tomó posesión del patio y entonó algunas canciones, música alegre que hizo que las azafatas bailaran. Como huríes, debió pensar el comisario del pabellón, y a una hurí se acercaba, se arrimaba, bailando sobre el resbaladizo borde de un estanque. Y nosotros que no queríamos que acabara nunca la banda, ni la batalla que se vivió, pues a cada caderazo de la hurí, el pie del comisario perdía un milímetro de sustento, mas ni las tonadas norteñas, ni los gritos ancestrales de las azafatas, ni aquella música andalusí con olor a retama, ni las melodías con sabor a verbena de verano, consiguieron el milagro de ver el bigotillo del mandamás en remojo.

Paul Bowles habría disfrutado del espectáculo, no quepa duda de que yo lo hice. Y de que nunca sabré si la hurí recibió en su Cielo a aquel hombrecito ridículo redimido por su baile de funámbulo.






  

miércoles, 14 de octubre de 2015

EL COCHE DEL SILENCIO. LA CARRETERA.

La carretera. 

Es un animal que nos acompaña, a veces gris y salpicado de blancas líneas intermitentes, otras veces de un color indescriptible, gastado y de piel hosca y dura. Este animal sobre el que surcamos la campiña parece dormir, y sobre él duermen muchos. Mas yo me siento centinela alerta, al acecho y atento a que en algún lugar nos haya tendido una emboscada y despierte, abra sus fauces y nos trague o nos hiera en un instante certero y mortal.

La nave que nos lleva es distinta cada día, como si no quisiéramos tentar a la bestia jugando siempre con al mismo número, pero el silencio sepulcral que la llena no se corresponde a un miedo cerval, ni a la precavida vigilancia de los marineros. Es el sopor, el hastío de personas que duermen para no vivir, que se hunden en el letargo para impostar otras vidas que posponen  una y otra vez, que nunca son lo que son sino a media voz y con el tono de quien confiesa una travesura a un confidente en el que no se confía, solo para atarlo con un secreto, con una confidencia maligna. Y bisbisean y podrían contar que su madre hace cosas malas a quien tengan a su lado, y usan esas traiciones como parapetos.

A alguien se le ocurrió llevar música en la nave, y siento a veces que el tañido lejano de la campana, o el crujido de la sierra y el lamento de la madera, repetida mil y una veces, o la canción gris de una cantante francesa e incluso la lista de las listas de la lista, no intentan ser sino un reflejo del miedo, un intento de que el centinela no duerma y mantenga su vigilia, acechante, salpicada de estridencias, cargada de hipocresía. Y no sé si será por esto que el monstruo calla y parece dormido o será por lo que un día se vengue y nos atrape.




  

lunes, 5 de octubre de 2015

GLÓBULOS ROSAS.

Si el Creador hubiera sido la Creadora, el toque de color estridente de este mundo habría sido atemperado. En la paleta de colores de Nuestra Señora habría habido muchas más tonalidades de las que hay ahora, y esos colores que llevan adjetivo, verde botella o verde pistacho, azul cielo o azul de Prusia, habrían tenido su propio nombre. En ese supuesto, es posible que la Creadora pensara que los glóbulos rojos no deberían tener ese color y que mejor dejarlos en un tono rosa, mezclando parte de su rojo con el blanco.

Se podría pensar eso, o que ya que se van a poner glóbulos en la sangre, para qué poner dos; mejor poner solo unos pero que tengan dos funciones. Porque, y esto es sabido, las mujeres tienen capacidades distintas a los hombres, pueden hacer varias cosas a la vez, y hacerlas bien, además de mostrar muy poca tendencia a la épica y el heroismo trasnochado del que sí hacemos gala los hombres.

Por explicarlo un poco mejor, los glóbulos rosas de la Creadora, a la vez que transportaran oxígeno irían mirando si por ahí hay algún extraño al que sacar de inmediato, pelearse con él y proteger a los suyos, y si se apuran, arropar a esa celulita que duerme destapada. Y no se me ocurre pensar en una mejor imagen de las mujeres de ayer, las que vistieron una camiseta rosa e inundaron la ciudad. Son ellas las que llevan el oxígeno que a todos nos alimenta, ya sea el verdadero, el del amor y el del cariño, o las que nos cuidan de mil y una formas. Son estas mujeres las que nos curan, nos protegen, nos aúpan; las que nos mantienen. Y solo ellas son capaces de hacer esto sin darle importancia, llevando a los niños de la mano, tirando de ellos, con la tirita o la botella de agua por si acaso, cantando a la vez, corriendo y luchando contra el mundo. Si hubieran sido hombres ya se habrían escrito mil y una epopeyas.

Un cáncer es una putada. Un cáncer es, además, una putada que crece de forma silenciosa: se instala en la vida de quien lo sufre, en su familia, en la vida íntima, en los miedos y en las preocupaciones de él o ella, de su pareja, de sus hijas, de sus amigas. Y jamás se va de vacío, o se lleva un trozo de ti, o te lleva entero, o te deja un hueco irrellenable de otra cosa que no sea miedo. Contra ese silencio, contra la falta de financiación para estudiar a fondo a ese mal bicho, para conseguir lo necesario para ayudar a los que lo sufren, se conjuraron ayer las mujeres en Sevilla. Ellas, capaces de dar vida, capaces de mantenerla a salvo, llevan la mayor parte del peso en la lucha contra la enfermedad, son la columna vertebral de las familias cuando aparece, son pacientes ejemplares cuando les toca, mirándola cara a cara, muchas veces sin darle importancia, llevando a los niños de la mano, tirando de ellos, con la tirita o la botella de agua por si acaso, cantando a la vez, luchando contra el mundo; si fueran hombres pedirían la escritura de mil y una epopeyas. (Sí, has leído esto antes, es que es cierto para casi todo).

Ayer, ellas, vestidas de glóbulos rosas, dieron una lección. Para ganar no es necesario competir, ni convertir cada acto reivindicativo y festivo en un torneo; ganó la madre que corrió junto a su hija, ambas con el coraje y el orgullo de saber que, juntas, nada las parará; ganó la amiga que cogió a la hija de su amiga de la mano, ganó la hija de su amiga, que venció el cansancio y corrió; fueron Carmen e Inma, Nieves y Marta; ganaron mujeres que no conocía, otras que sí, mostrando que no son una marea que viene y se va, sino una corriente que fluye, que está ahí, presente, permanente. 

Quizás nadie se diera cuenta, pero llegó un momento en el que las primeras alcanzaron a las que aun no habían salido; de alguna manera cerraron un anillo, un circuito. Y de esa forma la imagen de que ellas forman el sistema circulatorio de la vida, de que son glóbulos multifuncionales, me quedó clara, nítida. Pero eso siempre lo he sabido.

Y está claro, si el Creador hubiera sido la Creadora, jamás se habría escrito: "Y al séptimo día descansó". 

lunes, 28 de septiembre de 2015

MOMENTOS

Al acabar el día, en la tibieza de la cama, en los valles de nuestro colchón, en la oscuridad que nos une.

Cuando despierto, cansado tras pasar la noche en otro mundo, onírico, con el crujir de las tostadas, el calor del primer café.

Durante el día, esperando las noticias de siempre, las llamadas a diario, las que nos interrumpen la película, la conversación, la lectura.

En la comida, compartiendo la ensalada o las anchoas de la pizza, recordando la infancia en comidas de siempre.

En cada momento que has llenado, en cada momento que llenas.

Son los instantes que me llevan a ti. Sí, estas son palabras simples, son momentos simples, porque podría hablar de los íntimos momentos que vivimos, de nuestras luchas amorosas, de las emociones altivas, de los momentos de estrellato.

Sí, podría hablar de ellos, y hablo. Pero hablo también de los momentos que parecen pasar sin recuerdo, de los que parecen el día a día vulgar y no lo son porque cuando tú no estás son distintos, son eternas agujas de cristal, que se quiebran y desvanecen, pero hieren. Hablo de los momentos pasajeros que recordaremos sin fotografía y sin memoria, de los que se irán al fondo del alma sin saberlo. 

Esos momentos que serán como un porche crepuscular con mecedora, con manta de cuadros, y, quizás, con cerveza. En los que cogerás mi mano, sin esperar a que sea yo quien te la tome, y me harás revivir todos esos momentos, aunque yo no sepa cuáles son, ni cuando fueron.


martes, 22 de septiembre de 2015

LA REDACCIÓN.

PRÓLOGO

La simpleza, mala calidad o vulgaridad de lo que escribo, incluso la ligereza o rapidez con la que lo hago no me preparan para determinados comentarios acerca de mis textos. He agradecido que alguien los lea y encuentre errores, ya sean gramaticales, ortográficos, de concepto o de bulto. De veras, es algo que puede escocer en la vergüenza personal, en la incultura de quien escribe o en la inconsistencia de lo que se quiere decir o contar. Uno se imagina que, como en toda actividad, el error es algo inherente al hecho de hacer. Y no me gusta equivocarme; me cuesta mucho admitir o reconocer estar errado; incluso, admitir que algún principio o alguna premisa que tomo como fundamental y cierta, no lo es. Pero todo eso lo admito, aunque desmorone como un castillo de naipes esta ficción, y afición, que es escribir.

Pero hay varias cosas que me cuesta superar, si alguna vez las supero y no me dejan pillado. A saber, son los trolls, los indolentes y los tertulianos. Estas categorías que marco son categorías propias, que no pretendo universalizar y que no serán originales, pero me que valen para contar lo que quiero.

Los trolls hacen daño, porque ni hablan de lo que leen, ni les interesa leer, ni la idea, se quedan con una anécdota con la que encuentran un filón si se contesta, hacen como si se indignaran, te indignan, te matan. Lo mejor es no contestarles, no hablarles, no alimentarlos.

Entre los indolentes figuran muchas de las personas que conozco, ellos no leen, no escriben, pero critican. Pero no como dije antes señalando un error, una confusión, una metedura de pata, discrepancia; no, son personas que dicen que les resulta muy aburrido empezar a leer, que les da pereza, y te hablan como si, en otro momento, ellos fueran a escribir y lo hicieran como Cervantes. Esta gente es dañina, puede que los que más, porque te dejan a la altura de una alpargata, sin que ellos por dejadez, sobrevenida por su incapacidad, sean capaces ni tan siquiera de mover un dedo.

Y los tertulianos, los que hablan de ti como si hubieras escrito una crónica pública, los que no saben dar el valor exacto a lo que haces, los que te hablan de tu redacción o te dicen, redactas bien. Miren ustedes, no redacto, escribo. En mi trabajo redacto, informes, resúmenes, memorandos, proyectos. En mi blog, en mis cuadernos, en mis diarios, escribo. Y la diferencia está en el acto de confesión pública e íntima a la que uno se somete al escribir. En eso que algún amigo, alguna vez, denominó "desnudar el alma en el hipódromo". 

EL TEXTO

La mirada con perspectiva sobre uno mismo muestra algo; todo, todo, todo lo hace uno de la misma forma. El carácter se imprime en cada aspecto de la vida de uno, y en sus pasiones, en sus aficiones. Tal y como desarrollo la escritura es tal y como, por poner un ejemplo, me dedico a un deporte. No me va la vida en ello, pero lo he incorporado a mi vida; no me importan los objetivos, pero quiero hacerlo bien, y si puede ser, mejor; porque no siento que haga nada extraordinario, pero tampoco me gusta que se vulgarice; porque no busco reconocimiento, pero me gusta hacer algo de lo que no me avergüence, que pueda mostrar a mi familia, a mis amigos; porque más allá de mis amigos, de mi círculo íntimo, de mi pareja, no sé si me gustaría que se extendiera lo que digo, lo que hago, lo que escribo. Que es, al fin y al cabo, lo que siento, lo que vivo.

Y me gusta jugar, cambiar las normas, hacer prólogos más largos que lo que cuento, porque no es redactar, no es hacer gimnasia. Se trata de otra cosa, de correr, de escribir, de amar, de vivir.

EPÍLOGO

Si me entiendes es que eres Inma, y te casaste conmigo, y me amas, y me soportas. Porque yo sé que me casé contigo y te amo. Y no continúa la serie porque I like the way you do the things you do




martes, 7 de julio de 2015

UN LUGAR.

No sé cuál es ese lugar al que vais los ángeles, no lo sé. Solo conozco que vuestra marcha deja abismos insondables, negruras infinitas que a veces cubren las lágrimas y que a veces son desiertos implacables.

Sé que cuando marcháis no hay puente de plata, ni túnel iluminado, ni una mano amiga que os guíe. Sé que emprendéis ese camino solas, vosotras, los ángeles, las que os marcháis.

Hay mil perdones, mil abrazos que no os pueden rescatar; mil besos que no llegarán hasta el día en que otros ángeles sigan vuestro camino. 

No sé qué hay allí en ese lugar, mas es seguro que quedan atrás los negros hábitos, las tiesas ataduras, los lentos martirios, las tardes de estío. Mas es seguro que en ese lugar estáis ordenando, perfeccionando, decorando con pufs de ensueño la sala en el que habréis de compartir con los que os sigan el té de flores y las delicias turcas.

No sé cuál es ese lugar al que vais los ángeles, ni sé cómo es, si acaso tiene forma de castillo, de palacio, de cine, o si está hecho de nubes o de estrellas. Sé, sin embargo, que no es un cuento que sois ángeles, que no es una historia el que exista ese lugar. Sé que algunas tuvisteis prisa por llegar, que sabíais que allí encontraríais paz y descanso. Sé que otras no quisisteis conocer tan pronto esa tierra ignota, esa nueva dimensión del alma.

Sé que nos esperáis con paciencia esperando retomar la conversación a medias, el café postergado, el baile juntas. Sé que a este lado y al otro lado nos perdonamos.

Sabed vosotras que no os pudisteis llevar lo que nosotros recogimos, la sonrisa y la alegría; que dejasteis en esta tierra la impronta, la luz de vuestra esencia, un hueco lleno, etéreo, de recuerdos.

Sabed vosotras que cuando marcháis, es como si todas marcharais mil veces, mil veces que decimos adiós. Mil despedidas que son una.

Descansad, acomodaos y descansad, esperad el día en que lleguen más de las vuestras sin premura y arropadlas, así como arropáis ahora a la recién llegada. Y susurradle la nana que quiso oír, la canción de cuna; cantadle la primavera y la frescura, la liviana brisa y la hermosura.

Cantadle, su eco nos llegará y sabremos. Entonces, sabremos.






lunes, 22 de junio de 2015

EL OBSERVATORIO.

Aquel ser diminuto que golpeaba la lente desde el otro lado, repetía una y otra vez, el error tiene que estar aquí, el error tiene que estar aquí. El astrofísico responsable de las instalaciones, pequeño, reconcentrado, no podía creer lo que el potente telescopio que manejaba les mostraba, una nueva formación, una imagen oscura, ahusada, enmarañada. Para entenderlo tendría que haber supervisado con más cuidado al becario español, quien había trocado las coordenadas de la constelación de Orión por las de la ventana de la mujer que amaba y quien había convertido su bello pubis en la nebulosa que escudriñaban. 

OTRO MUNDO.

Aquel ser diminuto que golpeaba la lente desde el otro lado me causaba una tristeza infinita. Había algo en su aspecto ridículo y en sus pantalones de campana que me recordaba a mí mismo. O quizás fuera la angustia con la que imploraba a quien quiera que él creyera al otro extremo del engendro óptico que lo observaba. Tomé una decisión, soplé sobre la placa que estudiaba con el microscopio electrónico, y entonces supe, que tiempo después, alguien en aquellas extrañas y diminutas esferas que examinaba, escribiría una historia sobre el tiempo en que un dios se les manifestó y los castigó con el huracán universal.

jueves, 4 de junio de 2015

TOPÓNIMOS.

Salió, sigilosa, a estirar las piernas. Miró al horizonte, hacia donde el sol habría de caer, y emprendió la marcha. A su marido le gustaba pensar que si nunca regresó fue porque encontró el caldero de oro junto al comienzo del arcoiris y que, allí, ella le esperaría hasta que él venciera su cobardía y tomara el mismo camino. Le habrían bastado una mirada al barranco, o indagar un poco sobre aquellos buitres, para descubrir por qué se llamaba aquel paraje el despeñadero.

miércoles, 20 de mayo de 2015

BRUJAS.

La inquisición no tardará en llegar, rápido, vístete, cúbrete con tus sayas y tu camisa, disimula el arrobo con el que te engalanas y las marcas de mis labios en tu cuello. Denúnciame, di que te engañé y que te prometí mostrarte un ángel. Haz lo que sea para condenarme pero nunca confieses lo que hicimos, que dos mujeres se amaron y se ayuntaron como si fueran libres. Hazlo. Yo, cuando el fuego de la hoguera me prenda, pensaré en tus senos y en tu boca; y en el fuego verdadero que ni siquiera su dios podrá sofocar. 

miércoles, 13 de mayo de 2015

FILIACIÓN.

Y las azules, las del abuelo, mancharon las sábanas de hilo como si fueran dos gotas caídas de su vieja pluma Parker, en vez de las espesas gotas de sangre que habían brotado de su herida. Mi tía, la soltera, dijo que no le extrañaba, pues siempre había sido un hombre triste. Mi padre comentó que no esperaba menos de un facha como él. Y yo recordé a mi abuela, quien contaba que él siempre se creyó un marqués, aunque nunca tuvo donde caerse muerto.
Y volví a mirar su anciano rostro, lo comparé con el retrato de aquel viejo rey de las monedas y no dejé de encontrarles un inquietante parecido.

jueves, 30 de abril de 2015

POLITICANTES.

El incómodo cadáver del mediador familiar permanecía al fondo de la sala con el tiro en la entrepierna que, poco antes, le había disparado. Fue en una inspección rutinaria, mientras le realizaba el test de empatía Voight Camps.
Tendré siempre que agradecer la existencia de la pregunta de imagine usted que está en paro y deja de percibir cualquier ayuda. Es la cuestión clave, todavía no he conocido a ninguno de los de su especie que sea capaz de colocarse en la situación de uno de los desheredados.
Yo ni siquiera habría imaginado que este departamento de servicios sociales estuviera también contaminado, y eso que esto mismo ya lo había vivido antes, en los sucesos del hospital, de urbanismo y de patrimonio. Una por una he ido limpiando esas dependencias y sé que será un trabajo inútil, en unos años estarán igual. Aun así me esfuerzo. Pero es que soy un sentimental, y no quiero entender que los políticos ya están entre nosotros. 

jueves, 23 de abril de 2015

LA ASOCIACIÓN

El incómodo cadáver del mediador familiar sugirió a los demás que se asociaran. Todos los muertos anodinos y grises, entre ellos mil funcionarios de ayuntamiento, asintieron y se aprestaron a redactar los Estatutos. Ninguno tuvo la precaución de echar un vistazo a la torva mirada del banquero. Nadie podía imaginar su aspiración de convertirse en tesorero. Nadie podía pensar que querría emular a sus ídolos más allá de la propia muerte, y que su suicidio no fuera sino el comienzo de una carrera planeada hasta el infinito.

viernes, 10 de abril de 2015

NEUROSIS.

Procuraba no perder sujetándole las nalgas; el mundo, su universo, los días pasados y los futuros, quizás las manchas de café y las de grasa en el cuaderno escolar, su conocimiento de Tintín y sus desarrollos de mecánica cuántica, pendían de un hilo. Sus manos se posaban en la redondez de aquella piel desnuda por primera vez para él y por eso la asía con fuerza, procurando, a pesar de sentirse raquítico y peludo, ser en aquel momento el rey del mundo, el rey del mambo.

Jamás previó que la derrota proviniera de su madre y de su irritante afán por volver a comprobar si había apagado la estufa de gas. Jamás pensó que su desnudez, y la de ella, que constituían un mundo apenas un segundo antes se convirtieran en algo tan ridículo y escandaloso. Jamás se le ocurrió que perder supusiera toda una vida rememorando aquella tarde, recordando el sabor de sus senos, la caricia de su aliento, la suave y tersa piel que estuvo a punto de ser suya y se alejó, a impulsos, con pequeñas oleadas, como aquella pelota que una vez se fue mar adentro y jamás volvió.

jueves, 2 de abril de 2015

A URGENCIAS

A cada vuelta del tambor de la lavadora le dolía menos. Programa corto, quince minutos. Sin centrifugado. Ni era cuestión de tardar mucho, ni de llevarla arrugada, y tampoco de que siguiera sucia. Hielo preparado. Y esa preciosa bolsa térmica, lista también. En cuanto terminara, cogería la mano y la envolvería con cuidado. Menos mal que cuando se la amputó no llegó a salpicarse el vestido con la sangre, vestirse con solo la derecha sería sinónimo de que, sin duda, se mancharía.

Habrá que ir a que nos la injerten. Sí. Pero siempre limpia y con estilo.

domingo, 22 de marzo de 2015

GÉNESIS.

Todo estaba dibujado en la pequeña libreta gris que llevaba en el bolsillo de su pantalón. En la primera página una línea irregular dividía el blanco papel de la negra tinta; tras ella, las sucesivas hojas del cuaderno mostraban esbozos de la separación de las aguas y la tierra; de la formación de las estrellas y los cuerpos celestes; del nacimiento de las plantas y los animales; de un malévolo, y egoísta ser, y de una costilla suya. Esto último, sí, todo hay que decirlo, que fue un mal autorretrato.
El bloc acababa ahí. Y Él entendió que se merecía un descanso. Se lo tomó y abandonó el cuaderno. Ya habría tiempo de terminar este o de empezar otro.

lunes, 2 de marzo de 2015

SU AMIGA

A nadie se le ocurrirá que solo quiso volar, como antes. Nadie pensará en que añoraba el dolor en las piernas y el ahogo, esa sensación de agonía, de asfixia, que solo conocen los que llevan al límite este engranaje de huesos, músculos y tendones que nos compone. Los que lo vieron aquella tarde se supieron espectadores de algo mágico, inmemorial, eterno. Y por más que corrió, por más que huyó, no pudo sino certificar que ella había llegado a su vida para instalarse. Para tomar con él, este, su último vuelo. Él solo pensó en volar sobre la pista, en adelantar a la puta enfermedad, su nueva amiga.

sábado, 7 de febrero de 2015

EL PODER DE UNA CANCIÓN.

Una mañana de sábado, con frío, con recuerdos.

Fue el domingo pasado cuando volvían a reponer la historia de la familia Von Trapp, película que habré visto incontables veces. Esta vez solo llegué al final. Al momento en el que el capitán de marina entona Edelweiss, y emocionado, pierde el resuello  y María continúa la canción. En un segundo el auditorio, casi por completo, canta con ellos. Un plano muestra la cara de los representantes nazis. Es innegable que están furiosos, pero no saben contra qué luchar. ¿Qué son esas notas? ¿qué son esas perturbaciones en el aire?. Un alemán, como se piensa que debe pensar un alemán, explicaría que son cambios de presión en el aire y una onda que se transmite por este medio. El sonido es solo eso, presión. Pero explíquele a la cruz gamada, al águila plateada, qué es entonces lo que inflama los corazones de los cantantes. 

No debe ser casualidad que contra el mal en estado puro, el ominoso y hermético, organizadísimo mal, los cineastas hayan recurrido a una canción. Quizás, si apuramos, a esa forma de canción que es el himno. Y frente a la rocosa tiniebla, algo perenne, permanente. Que lo es porque no es nada, es el momento y la emoción, que no está y está para siempre.

Tarde de sábado. Retrotraigámonos. Un viejo cineclub proyecta Casablanca, han cometido la osadía de repartir una crítica de la película. Y a mí, que llevo la idea preconcebida de la melodía de jazz al piano, Sam, me sorprende que se hable del himno francés. Sí, la secuencia en la que en un bar de existencia imposible, en una colonia sin identidad real, en un triángulo de amor aun más imposible, gentes, exiliados de varios países, entonen La Marsellesa parece surreal. Y es por eso, y por otras razones por las que se convierte en real, en posible, y por las que uno desea en ese momento ser de blanco y negro y cantar contra el nazismo en el café de Rick.

También el viejo John Houston recogió el testigo de La Marsellesa. Fue en el Parque de los Príncipes, y si bien lo que contaba la película había ocurrido en Ucrania, y si bien jamás tuvo aquel final feliz, que levante la mano el que no se emocionara cuando el público canta el himno de la revolución francesa ante el penalti final. "Victuar". "Victuar". 

El cine ha tomado mil canciones y son fundamentales para la historia. Yo he visto muchas de ellas, y habrá más en las que una canción enardece corazones y simboliza al pueblo contra el mal, se me ocurren películas como El Siciliano, Doctor Zhivago, El Arpa Birmana, Missing. Pero la memoria es traidora y selectiva y hoy me ha traído solo las cintas de las que he hablado. Porque a la canción se unen vivencias, momentos, sentimientos y a mí, hoy, me ha tocado derivar hacia ahí. Porque no quiero hablar de canciones fuera del cine. Por no recordar otras cosas. Por no tener, como aprendí ayer, revivencias. 

Por eso le pido que imagine Casablanca o Evasión o Victoria, o Sonrisas y Lágrimas sin La Marsellesa o sin Edelweiss.  Imagine.

Y si las canciones que he contado hablan de lucha, cambiemos de registro. Vayamos al final de Senderos de Gloria. Créase Kirk Douglas, créase un capitán, créase un abogado que ha luchado por salvar la vida a unos hombres que ya estaban condenados de antemano. Piense en el frío, en el barro, en las ratas, en el miedo a las bombas, a los cañonazos, al tifus, al gas mostaza. A la bayoneta del enemigo que espera. Discurra en por qué debe estar usted aquí. Y si Cyrano recurría al pífano, a las montañas gasconas, a los riachuelos y las lindas pastoras para recordar a cada mosquetero por lo que debía luchar, imagine que a su espalda, a la de usted que es en este momento el mosquetero, una serie de generales y mariscales de campo comen pulardas en aristocráticos salones, beben vinos de la región meridional a la que no llega la guerra y duermen en blandas camas y suaves sábanas, quién sabe si con pastoras, o pastores. Y vea en ese momento a la tabernera, alemana, llorosa, que debe cantar ante ustedes, los bárbaros que están en esta guerra, los que han excavado una trinchera sobre la tierra en la que ella y su familia cultivaban y enterraban a sus muertos. Y escuche esa canción, en un idioma que no conoce, con una voz que es débil. Y sutil. Y observe a los viejos patanes, a los malolientes soldados bajar la mirada y centrarla en el vaso. 

Y medite sobre si no es esta canción la que le hace pensar qué sentido tiene esta guerra, qué sentido tienen las muertes. 


martes, 20 de enero de 2015

LA CLASE.

Usted es el primero que la abre. Así susurró una voz juvenil al tiempo que el nuevo profesor abría la ventana. Una suave brisa penetró en el aula, entraron con ella la luz y la fragancia de la calle, se formaron remolinos en el suelo y arrastraron fuera la suciedad acumulada, las ropas grises, el olor a clase de gimnasia, el libro de religión, las gorras blancas y las shaylas.
Los alumnos siguieron sin entender qué era el límite de una sucesión; pero entre ellos y la pizarra  había desaparecido el pesado velo de lo inamovible.

viernes, 16 de enero de 2015

CARICATURAS, PROFETA, DUELO…POÉTICA DE ARISTÓTELES.

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La risa es la debilidad, la corrupción, la insipidez de nuestra carne. Es la distracción del campesino, la licencia del borracho. Incluso la iglesia, en su sabiduría, ha permitido el momento de la fiesta, del carnaval, de la feria, esa polución diurna que permite descargar los humores y evita que se ceda a otros deseos y a otras ambiciones... Pero de esta manera la risa sigue siendo algo inferior, amparo de los simples, misterio vaciado de sacralidad para la plebe. Ya lo decía el apóstol: en vez de arder, casaos. En vez de rebelaros contra el orden querido por Dios, reíd y divertíos con vuestras inmundas parodias del orden... al final de la comida, después de haber vaciado las jarras y botellas. Elegid al rey de los tontos, perdeos en la liturgia del asno y del cerdo, jugad a representar vuestras saturnales cabeza abajo... Pero aquí, aquí...
JORGE DE BURGOS
El Nombre de la Rosa

El ciego, y no era casualidad su ceguera, Jorge de Burgos acababa asesinando a varios monjes, destruyendo la abadía y acabando con el Segundo Libro de la Poética de Aristóteles. Jamás supe si ese libro existió fuera de “El Nombre de la Rosa”; solo recuerdo que la desaparición de este libro, la destrucción del monasterio y la tortura de los monjes  heréticos y la condena a la hoguera de la aldeana, aunque imaginarias, me causaron mucho más pesar que la muerte de los monjes copistas.

Creo que no es mucho pensar, y no es elevarse mucho, imaginarse este libro, el escrito por Umberto Eco, como antecedente, fábula o símbolo de lo ocurrido en la redacción de un periódico la semana pasada en Francia. Y, al igual que ocurría en el libro, dos facciones se han enfrentado entre sí tras los hechos.
Están los que, con la boca pequeña, ven mal el asesinato o ejecución de doce personas, pero que entienden que los periodistas hacían mal, muy mal, al satirizar al sagrado profeta Mahoma. Por otro lado, se han aglutinado en un mismo frente los que defienden la libertad de expresión, los islamófobos, los que consideran un sacrosanto deber la solemnidad, los aficionados al cómic. Y así están los primeros, los de está mal pero bueno, son de los que, ante algunas violaciones, dicen si es que iba provocando. Y están los segundos, una amalgama, fiel reflejo de lo que es la sociedad, al menos en su concepto ideal, un conjunto de grupos dispares que han decidido ponerse de acuerdo para trazar una raya. Y esta raya es la que delimita la frontera de lo que tolera, y de lo que no, esta sociedad. Y por eso los radicales, los xenófobos, los islamófobos, los todófobos tuvieron que marchar aparte y marginados. Esta vez han sido pescadores que no han capturado demasiado en aguas revueltas.  

El Jueves, El Papus, Hara-Kiri, Makoki, El Víbora, Penthouse Cómics… estas publicaciones es seguro que hieren sensibilidades. Al igual que lo hacen La última tentación de Cristo, El Evangelio según Jesucristo o Yo te saludo, María. Y es necesario recordar que han sufrido amenazas, atentados y ataques; pues no creamos que solo hay fundamentalistas en una religión, que hasta se vieron monjes budistas repartiendo estopa contra los infieles en Indonesia.  Pero,  si te escuece la brutalidad con la que reflejan a Dios, los profetas, Mahoma, o Buda, esta sociedad te proporciona instrumentos para  solicitar a los tribunales que señalen la frontera entre el derecho a la libre expresión y la ofensa o la calumnia. Y es una línea que establece el poder judicial, es decir, que emana de la voluntad popular y no de la revelación de un dios, sea cual sea. 

Habrá quienes digan que en España piensen que no existe libertad de expresión, contra lo que yo argumento lo contrario, pues si no, ¿cómo me atrevería yo a decir esto?, ¿cómo es que Krahe pudo cocinar un crucifijo?, ¿cómo es que podemos contar aquello que se secuestró como Rocío o El Jueves del cheque-bebé?. Otra cosa es que no se sepa dónde está la línea de separación de la ofensa y la sátira, o que esta sea mutable, a tenor del juez que deba determinar su posición.
Recordemos pues que hay jueces, que hay líneas y que las ha establecido la sociedad en la que vivimos; que es lícito reirse de todo, aunque sea de mal gusto y aunque no nos guste. Porque, como decía alguien de la democracia, y disculpen la vaguedad porque esta cita la he encontrado atribuida a personajes muy diferentes: “[…] no me gusta lo que dices, pero moriría porque pudieras seguir diciéndolo”.

Y recordemos también que la sinceridad descarnada, la risa, la sátira, tienen un contexto y es el periodístico, el artístico o aquel en el que la expresión debe ser libre y no otros. No sea que mañana nos creamos con derecho universal a opinar, y sentenciar sin derecho a réplica, sobre si los demás son feos, católicos o sentimentales; sobre si sus esposas son eso, esposas que atan, o compañeras; sobre si conducen mal o no nos gustan cualquiera de las cosas que hacen. 

El mundo de la ilustración gráfica y la viñeta, hermano mayor del mundo del cómic, perdió a varios referentes en el atentado de Charlie Hebdo. Por eso esta entrada es común a mis dos blogs; a pesar de que es tangencial, y circunstancial, el hecho de que las víctimas sean dibujantes y guionistas. La semana pasada perdieron la vida, en nombre de la intolerancia, más de ciento cincuenta personas. Algunos iban a su trabajo y otros compraban en un supermercado; y fue en Pakistán, en India o en Francia; había quienes estaban estudiando, tomando café o, como los dibujantes, preparando la revista de esta semana. Todos merecen el mismo respeto. Todos fueron masacrados por algo tan contrario a la fe como es el fanatismo. En nombre de un Dios que, si existe, habrá creado un infierno para los asesinos mientras dice a los muertos: Tout est pardonné.

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jueves, 1 de enero de 2015

AMOR A GOLPES

Sin saber por qué, le di un puñetazo. Su nariz, un tanto respingona, se quebró con un un leve chasquido y se convirtió en un surtidor. Miraba su frente perlada de sudor, su pecho ceñido por la camiseta blanca del uniforme ahora moteada de gotas de sangre. Y entonces le propiné otro puñetazo, esta vez en el estómago. Cuando se protegió con ambos brazos y se encogió, deseé cogerlo, abrazarlo, acunarlo. Me mordió la oreja con rabia, lo aparté y vi en su cara su mismo odio. Su mismo deseo.

Entonces supe que nunca lo besaría pero que jamás nadie nos impediría que nos moliéramos a golpes.

Por más que supieran a beso prohibido.