martes, 20 de enero de 2015

LA CLASE.

Usted es el primero que la abre. Así susurró una voz juvenil al tiempo que el nuevo profesor abría la ventana. Una suave brisa penetró en el aula, entraron con ella la luz y la fragancia de la calle, se formaron remolinos en el suelo y arrastraron fuera la suciedad acumulada, las ropas grises, el olor a clase de gimnasia, el libro de religión, las gorras blancas y las shaylas.
Los alumnos siguieron sin entender qué era el límite de una sucesión; pero entre ellos y la pizarra  había desaparecido el pesado velo de lo inamovible.

viernes, 16 de enero de 2015

CARICATURAS, PROFETA, DUELO…POÉTICA DE ARISTÓTELES.

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La risa es la debilidad, la corrupción, la insipidez de nuestra carne. Es la distracción del campesino, la licencia del borracho. Incluso la iglesia, en su sabiduría, ha permitido el momento de la fiesta, del carnaval, de la feria, esa polución diurna que permite descargar los humores y evita que se ceda a otros deseos y a otras ambiciones... Pero de esta manera la risa sigue siendo algo inferior, amparo de los simples, misterio vaciado de sacralidad para la plebe. Ya lo decía el apóstol: en vez de arder, casaos. En vez de rebelaros contra el orden querido por Dios, reíd y divertíos con vuestras inmundas parodias del orden... al final de la comida, después de haber vaciado las jarras y botellas. Elegid al rey de los tontos, perdeos en la liturgia del asno y del cerdo, jugad a representar vuestras saturnales cabeza abajo... Pero aquí, aquí...
JORGE DE BURGOS
El Nombre de la Rosa

El ciego, y no era casualidad su ceguera, Jorge de Burgos acababa asesinando a varios monjes, destruyendo la abadía y acabando con el Segundo Libro de la Poética de Aristóteles. Jamás supe si ese libro existió fuera de “El Nombre de la Rosa”; solo recuerdo que la desaparición de este libro, la destrucción del monasterio y la tortura de los monjes  heréticos y la condena a la hoguera de la aldeana, aunque imaginarias, me causaron mucho más pesar que la muerte de los monjes copistas.

Creo que no es mucho pensar, y no es elevarse mucho, imaginarse este libro, el escrito por Umberto Eco, como antecedente, fábula o símbolo de lo ocurrido en la redacción de un periódico la semana pasada en Francia. Y, al igual que ocurría en el libro, dos facciones se han enfrentado entre sí tras los hechos.
Están los que, con la boca pequeña, ven mal el asesinato o ejecución de doce personas, pero que entienden que los periodistas hacían mal, muy mal, al satirizar al sagrado profeta Mahoma. Por otro lado, se han aglutinado en un mismo frente los que defienden la libertad de expresión, los islamófobos, los que consideran un sacrosanto deber la solemnidad, los aficionados al cómic. Y así están los primeros, los de está mal pero bueno, son de los que, ante algunas violaciones, dicen si es que iba provocando. Y están los segundos, una amalgama, fiel reflejo de lo que es la sociedad, al menos en su concepto ideal, un conjunto de grupos dispares que han decidido ponerse de acuerdo para trazar una raya. Y esta raya es la que delimita la frontera de lo que tolera, y de lo que no, esta sociedad. Y por eso los radicales, los xenófobos, los islamófobos, los todófobos tuvieron que marchar aparte y marginados. Esta vez han sido pescadores que no han capturado demasiado en aguas revueltas.  

El Jueves, El Papus, Hara-Kiri, Makoki, El Víbora, Penthouse Cómics… estas publicaciones es seguro que hieren sensibilidades. Al igual que lo hacen La última tentación de Cristo, El Evangelio según Jesucristo o Yo te saludo, María. Y es necesario recordar que han sufrido amenazas, atentados y ataques; pues no creamos que solo hay fundamentalistas en una religión, que hasta se vieron monjes budistas repartiendo estopa contra los infieles en Indonesia.  Pero,  si te escuece la brutalidad con la que reflejan a Dios, los profetas, Mahoma, o Buda, esta sociedad te proporciona instrumentos para  solicitar a los tribunales que señalen la frontera entre el derecho a la libre expresión y la ofensa o la calumnia. Y es una línea que establece el poder judicial, es decir, que emana de la voluntad popular y no de la revelación de un dios, sea cual sea. 

Habrá quienes digan que en España piensen que no existe libertad de expresión, contra lo que yo argumento lo contrario, pues si no, ¿cómo me atrevería yo a decir esto?, ¿cómo es que Krahe pudo cocinar un crucifijo?, ¿cómo es que podemos contar aquello que se secuestró como Rocío o El Jueves del cheque-bebé?. Otra cosa es que no se sepa dónde está la línea de separación de la ofensa y la sátira, o que esta sea mutable, a tenor del juez que deba determinar su posición.
Recordemos pues que hay jueces, que hay líneas y que las ha establecido la sociedad en la que vivimos; que es lícito reirse de todo, aunque sea de mal gusto y aunque no nos guste. Porque, como decía alguien de la democracia, y disculpen la vaguedad porque esta cita la he encontrado atribuida a personajes muy diferentes: “[…] no me gusta lo que dices, pero moriría porque pudieras seguir diciéndolo”.

Y recordemos también que la sinceridad descarnada, la risa, la sátira, tienen un contexto y es el periodístico, el artístico o aquel en el que la expresión debe ser libre y no otros. No sea que mañana nos creamos con derecho universal a opinar, y sentenciar sin derecho a réplica, sobre si los demás son feos, católicos o sentimentales; sobre si sus esposas son eso, esposas que atan, o compañeras; sobre si conducen mal o no nos gustan cualquiera de las cosas que hacen. 

El mundo de la ilustración gráfica y la viñeta, hermano mayor del mundo del cómic, perdió a varios referentes en el atentado de Charlie Hebdo. Por eso esta entrada es común a mis dos blogs; a pesar de que es tangencial, y circunstancial, el hecho de que las víctimas sean dibujantes y guionistas. La semana pasada perdieron la vida, en nombre de la intolerancia, más de ciento cincuenta personas. Algunos iban a su trabajo y otros compraban en un supermercado; y fue en Pakistán, en India o en Francia; había quienes estaban estudiando, tomando café o, como los dibujantes, preparando la revista de esta semana. Todos merecen el mismo respeto. Todos fueron masacrados por algo tan contrario a la fe como es el fanatismo. En nombre de un Dios que, si existe, habrá creado un infierno para los asesinos mientras dice a los muertos: Tout est pardonné.

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jueves, 1 de enero de 2015

AMOR A GOLPES

Sin saber por qué, le di un puñetazo. Su nariz, un tanto respingona, se quebró con un un leve chasquido y se convirtió en un surtidor. Miraba su frente perlada de sudor, su pecho ceñido por la camiseta blanca del uniforme ahora moteada de gotas de sangre. Y entonces le propiné otro puñetazo, esta vez en el estómago. Cuando se protegió con ambos brazos y se encogió, deseé cogerlo, abrazarlo, acunarlo. Me mordió la oreja con rabia, lo aparté y vi en su cara su mismo odio. Su mismo deseo.

Entonces supe que nunca lo besaría pero que jamás nadie nos impediría que nos moliéramos a golpes.

Por más que supieran a beso prohibido.