lunes, 22 de junio de 2015

OTRO MUNDO.

Aquel ser diminuto que golpeaba la lente desde el otro lado me causaba una tristeza infinita. Había algo en su aspecto ridículo y en sus pantalones de campana que me recordaba a mí mismo. O quizás fuera la angustia con la que imploraba a quien quiera que él creyera al otro extremo del engendro óptico que lo observaba. Tomé una decisión, soplé sobre la placa que estudiaba con el microscopio electrónico, y entonces supe, que tiempo después, alguien en aquellas extrañas y diminutas esferas que examinaba, escribiría una historia sobre el tiempo en que un dios se les manifestó y los castigó con el huracán universal.

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