martes, 7 de julio de 2015

UN LUGAR.

No sé cuál es ese lugar al que vais los ángeles, no lo sé. Solo conozco que vuestra marcha deja abismos insondables, negruras infinitas que a veces cubren las lágrimas y que a veces son desiertos implacables.

Sé que cuando marcháis no hay puente de plata, ni túnel iluminado, ni una mano amiga que os guíe. Sé que emprendéis ese camino solas, vosotras, los ángeles, las que os marcháis.

Hay mil perdones, mil abrazos que no os pueden rescatar; mil besos que no llegarán hasta el día en que otros ángeles sigan vuestro camino. 

No sé qué hay allí en ese lugar, mas es seguro que quedan atrás los negros hábitos, las tiesas ataduras, los lentos martirios, las tardes de estío. Mas es seguro que en ese lugar estáis ordenando, perfeccionando, decorando con pufs de ensueño la sala en el que habréis de compartir con los que os sigan el té de flores y las delicias turcas.

No sé cuál es ese lugar al que vais los ángeles, ni sé cómo es, si acaso tiene forma de castillo, de palacio, de cine, o si está hecho de nubes o de estrellas. Sé, sin embargo, que no es un cuento que sois ángeles, que no es una historia el que exista ese lugar. Sé que algunas tuvisteis prisa por llegar, que sabíais que allí encontraríais paz y descanso. Sé que otras no quisisteis conocer tan pronto esa tierra ignota, esa nueva dimensión del alma.

Sé que nos esperáis con paciencia esperando retomar la conversación a medias, el café postergado, el baile juntas. Sé que a este lado y al otro lado nos perdonamos.

Sabed vosotras que no os pudisteis llevar lo que nosotros recogimos, la sonrisa y la alegría; que dejasteis en esta tierra la impronta, la luz de vuestra esencia, un hueco lleno, etéreo, de recuerdos.

Sabed vosotras que cuando marcháis, es como si todas marcharais mil veces, mil veces que decimos adiós. Mil despedidas que son una.

Descansad, acomodaos y descansad, esperad el día en que lleguen más de las vuestras sin premura y arropadlas, así como arropáis ahora a la recién llegada. Y susurradle la nana que quiso oír, la canción de cuna; cantadle la primavera y la frescura, la liviana brisa y la hermosura.

Cantadle, su eco nos llegará y sabremos. Entonces, sabremos.