lunes, 25 de abril de 2016

LA ÉLITE. HISTORIAS SOBRE LA EXCELENCIA V.

Chicos malos.
Y canallas.
 Y chicas malas.
 Perras.
 Y canallas...
Dones con los que, 
sabia,
la Naturaleza no los dotó.

Calpurnio Flavio, As canalhadas do Mundo 

Si alguna vez te encuentras con alguien que prefiere hablar con una alemana, por fea que sea, antes que con su compañera, guapa, vestida y compuesta para la ocasión, elegante, perfumada y mediterránea...

Si alguna vez en una reunión ella escoge al chaval que lleva la gorra de su abuelo, los pantalones de pana en verano y la camiseta sucia, en vez de al amigo que la acompaña y la cuida, que la adora y le perdona sus desaires...

Si te encuentras con ese grupo que no sabe de qué hablar, que parece competente en lo académico, pero con un ligero toque de inadaptación social; que hace tonterías para llamar la atención y disimular el terror a enfrentarse al mundo...

Si los ves bebiendo cerveza solo porque alguien les contó que la cerveza era la bebida de la generación beat; si los ves bebiendo vino y moviendo la copa para ver la lágrima sin saber qué es la lágrima; si no se atreven a beber whisky porque no saben distinguir un ardor de otro ardor; aparte de hacer el mejicano y orinarte en su cerveza o de servirles Savín, podrás saber si son ellos solo con ponerles un Tang a su lado y ver cómo, con disimulo, lo prefieren...

Si los ves actuando como si leyeran, mal, el borrador de un diálogo de Woody Allen, como si interpretaran a la gauche divine de Las invasiones bárbaras, como si vivieran en la permanente sofisticación de una peli de Almodóvar, como si tuvieran la elegancia suprema de vestir ropa de supermercado y que les quedara bien...

Si te dicen que escriben, que hacen, que relatan y los lees y ves que escriben, mal, que hacen poco y que divagan; si te cuentan que van a publicar, que tienen que trabajar en lo suyo, que pretenden reeditar el periódico infantil, si se olvidan de que tú escribes, o te dicen, así, como quitándole valor, que leyeron la tontería que escribiste, cuando no has visto ni una verdad en sus relatos, ni poesía en sus poemas...

Si conocieron a Van Morrison antes que tú, o a Nick Cave, si despotrican de Dylan por traidor, si se han pasado a la clásica, si creen que solo ellos entienden a Silvio, si se piensan que solo ellos captan los giros de su voz, si descubrieron a U-2 para el mundo...

Entonces es que has descubierto a la élite. 

Has descubierto a sus miembros, los reales, los que fueron hijos prodigio de padres prodigio, que pudieron ser progres o solo tener dinero y vivir la vida, que fueron niños con una infancia cuadriculada entre clases de alemán y de astronomía, entre juegos de rol y macrobiótica; niños que jamás pisaron las barriadas de pobres y de obreros del metal o el hormigón, niños que vivieron en una burbuja y que hoy han buscado otra. Y esta, su burbuja de ahora, es esférica, perfecta y, quisieran ellos, opaca; mas les he mostrado a ustedes la forma de mirar a su través, de descubrir el interior, de verlos enroscados sobre sí, con el pulgar en la boca, porque saben dos cosas ciertas. Una es que estarán protegidos en su burbuja y podrán creerse en su reino, flotando, divagando, sintiéndose, si quieren, chicos malos, chicas malas.

La otra te la imaginas. La pared de la burbuja es impermeable. No podrán llegar a ellos, ni a ellas, la suciedad de unas manos embarradas, la aspereza de la piel curtida, el olor del cieno cuando baja la marea, el sudor del sexo en una tarde de verano...tampoco le llegarán el olor del primer café, las risas tontas, la emoción desbordada por nimiedades, la pizza fría a media mañana o el baile sin sentido de la lambada, las películas malas, las fotos imperfectas y las prisas por haber bajado la guardia; en suma, no llegarán a ellos, a ellas, los días que hacen a los hombres azules, rojos y amarillos, los aromas que componen la Quinta Avenida, la alegría de pisarte los pies. No llegarán a ellos, a ellas, el rumor de la poesía, ¡oh, melancolía!, ni el aroma a limpio de tu pelo, ni la sencillez de tu alma.



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